Sureste ¿El nuevo granero de México?

por | Abr 1, 2012 | Abril 2012, De Estados | 0 Comentarios

Fco MayorgaLa sequía que afecta al país desde el año pasado, por efecto del cambio climático, ha comprometido la capacidad nacional para producir alimentos básicos suficientes, de modo que el desafío es encontrar nuevas opciones que permitan enfrentar la contingencia, sin depender de las importaciones de comestibles.

A la pregunta de si actualmente la soberanía alimentaria nacional está en riesgo, el secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), Francisco Mayorga Castañeda, admite: “Sí definitivamente”.

Explica que si no se hace nada por la vía de la adaptación y la mitigación, puede generarse “un efecto acumulativo”, al grado de presentarse “puntos de no retorno”, esto es que “el daño a los ecosistemas sea tan severo que ya no podamos recuperar esas tierras o esa agua para la producción”.

Al último corte, 21 estados de la Federación se habían declarado en desastre, particularmente Chihuahua, Durango, Zacatecas, Coahuila y San Luis Potosí, en los cuales 80 por ciento de la superficie cultivable no ha generado cosechas. Visto por municipios, suman 559 las localidades que se han declarado en desastre natural, según la Comisión Nacional del Agua (Conagua).

De ahí que el panorama para el futuro inmediato no es nada halagüeño, como lo advierte el titular de la Sagarpa. “Ya tenemos daños muy severos en el centro del país. Hemos perdido muchas hectáreas. Hay aguas severamente contaminadas que es incosteable purificar. Y todo eso cancela espacios para la reproducción de fauna y flora.”

En nuestro país, la producción de alimentos depende de los temporales. Si hay lluvias abundantes hay buenas cosechas, de lo contrario la escasez hace presa del país. Esto, a pesar de los potenciales hídricos que se traducen en más de 2 millones de hectáreas de cuerpos de agua, concentrados en el sureste mexicano y que no se aprovechan como debiera.

La situación de sequía que azota al país es un reclamo a la imprudencia de no aprender de las crisis alimentarias observadas en el pasado y de no prevenir el cambio climático. Una de las soluciones más comunes ha sido la importación de granos, fundamentalmente de maíz, por ser el alimento básico de los mexicanos.

POSIBILIDADES REALES

Como vía de solución, el Gobierno Federal propone incorporar los potenciales agrícolas de los ocho estados del sureste mexicano, mismos que representan un filón de oro para la producción de maíz. Llevar esta idea a la práctica requiere de inversiones superiores a 25 mil millones de pesos (mdp), para alcanzar sus mejores niveles productivos, más otros 65 mil mdp en infraestructura de comunicaciones y sistemas hidráulicos, según estimaciones del secretario general de la Coalición de Organizaciones Democráticas, Urbanas y Campesinas (CODUC), Marco Antonio Ortiz Salas.

Un gigante en ciernesFrancisco Mayorga destaca que los potenciales de esa parte del país son enormes, y ejemplifica con la península de Yucatán, en la que existen inversiones de particulares para habilitar, con tecnología de punta, una parte del millón de hectáreas identificadas en aquel lugar y de las que se puede cosechar maíz suficiente para reducir 80 por ciento las importaciones de este grano.

A eso habría que sumarle los potenciales del resto de los estados del sureste. Según el funcionario, para 2012 se esperan cosechas equiparables a las del año 2007, antes de la gran crisis alimentaria de este siglo. Y aunque no tiene datos precisos, afirma que el capital privado invierte fuertes sumas en esa parte del país, con la intención de hacer negocio y enfrentar el cambio climático.

Como se sabe, el maíz es el insumo fundamental para la producción de proteína de origen animal —leche, carne y huevo—, además de que tiene más de 3 mil aplicaciones industriales, por lo cual urge encontrar alternativas para su cultivo.

Funcionarios, analistas, productores e investigadores coinciden, no obstante, que la propuesta de convertir a la región sureste en “el nuevo granero de México” —idea que surgió desde la década de 1980— tiene una dificultad, que es la falta de inversión en infraestructura, lo que exigiría construir vías de comunicación para transportar insumos, tecnología y maquinaria a las regiones productivas, así como sacar las cosechas hasta los centros de acopio y mercado, sin alterar el equilibrio del hábitat.

PROYECTOS EN OAXACA

Jorge CarrascoJorge O. Carrasco Altamirano, subsecretario de Producción del Gobierno de Oaxaca, estima que, para habilitar una hectárea bajo riego en la entidad, y que pueda rendir 10 y hasta 12 toneladas de maíz, se requiere una inversión de entre 20 mil y 25 mil pesos que, a precios corrientes, resulta más que rentable para los inversionistas.

El funcionario explica que en Oaxaca se han logrado contratos para vender el grano en 4,800 pesos la tonelada. Una simple operación aritmética expulsa una ganancia de, al menos, 23 mil pesos por hectárea.

Con el propósito de replicar la producción de maíz en el estado, y también para que sirva de ejemplo al resto de las entidades de la región, en Oaxaca se estructuraron diversas acciones concentradas en el programa de Maíz Oaxaca Mágico, orientadas a incentivar el cultivo de este cereal, mediante la atracción de financiamiento federal, estatal y privado a las zonas con potenciales productivos de sistemas de riego.

EstadísticasCarrasco Altamirano informa que dichas zonas se ubican en la Costa, Istmo, Cuenca del Papaloapan, Valles Centrales, Cañada y Mixteca, con una superficie de 550 mil hectáreas, de las cuales 100 mil son de riego. En las parcelas de muestra de la región Costa —que abarcan 200 hectáreas—, se logró sembrar el cereal con una densidad de 82 mil matas por hectárea y rendimientos superiores a 12 toneladas.

Información del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) precisa que en el sureste mexicano existen 1 millón de hectáreas que pueden cultivarse bajo riego —por ubicarse cerca de ríos, lagunas, presas y otros cuerpos de agua—, cantidad equivalente a la superficie que actualmente se explota con este régimen para la producción de maíz en otras entidades federativas. De aprovecharse ese potencial, en automático, la producción de maíz aumentaría a 10 millones de toneladas.

Las investigaciones del Instituto, compiladas durante los últimos 40 años, también citan la existencia de 12 millones de hectáreas que actualmente se dedican a la ganadería extensiva, en los ocho estados del sureste (Oaxaca, Veracruz, Guerrero, Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo) que bien podrían reconvertirse, en un plazo de 15 años, a la producción de granos básicos, con capacidad de aportar rendimientos superiores a 10 toneladas por hectárea.

Una vez más, la simple aritmética revela que esto puede generar 120 millones de toneladas del cereal, es decir, el doble del que se tiene estimado en las estadísticas ofi ciales como potenciales y seis veces la cosecha nacional actual.

A esto hay que sumar que esa parte del país recibe 80 por ciento de las precipitaciones pluviales anuales y concentra 65 por ciento de las aguas superfi ciales de México. Además, la superfi cie cultivada es de 6.14 millones de hectáreas, 67 por ciento de las cuales se destinan a la producción de maíz, según datos del Plan Puebla Panamá.

Desde 1940, el INIFAP ha mejorado genéticamente al maíz, para adecuarlo a las diferentes regiones, climas y condiciones ambientales del país, a partir de las 50 razas nativas. El sureste es el más rico en esta variedad de maíces, como afirma Carrasco Altamirano.

En este tenor, Ortiz Salas precisa que para aprovechar el sureste mexicano es necesario entregar subsidios a los productores de la región de manera equitativa, por un monto de 150 mil mdp, que saldrían del Programa Económico Concurrente (PEC) —el cual posee una bolsa de más de 300 mil mdp— y, en un plazo de cinco años, alcanzar un producción nacional de 50 millones de toneladas de maíz.

Dadas las circunstancias actuales, ya no es posible continuar sólo con el registro de los daños, resulta impostergable poner en práctica acciones concretas que realmente resuelvan el problema de las sequías.

Juan Danell Sanchez

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