El truco de la aparición y desaparición del precio del huevo

por | Abr 14, 2015 | De Puño y Letra | 0 Comentarios

¿Dónde quedó la bolita?, es decir, ¿dónde quedó la causa del aumento en el precio del huevo? Solo hay tres posibilidades y las tres son falsas.

En el estafador callejero el truco de la aparición y desaparición depende de la habilidad y rapidez de sus manos y la presencia de al menos un palero (cómplice). En el caso del producto de gallina todo depende de quién sea más hábil en el manejo de la demagogia y menos pudoroso para desvariar al momento de explicar las razones, que bien se pueden resumir en un preventivo blindaje económico por parte de los productores ante la inestabilidad de la producción y el mercado de alimentos.

Y bien, la bolita nunca sale de la mesa, va de un extremo a otro bajo alguna de las tres cáscaras de nuez y al momento de la apuesta queda escondida entre el anular y el meñique, en la corta elipse imaginaria dibujada con gran rapidez y pericia por las bien entrenadas manos del merolico que nunca deja de repetir “dónde quedó la bolita”, perorata cuya misión es retener la atención de los incautos en ese pequeño circo, y que más tarde se darán cuenta que perdieron la cartera o el monedero, sin percatarse del engaño. Ya no digamos los ilusos que apostaron seguros de saber bajo qué cáscara estaba la fortuna para duplicar su dinero en ganancias prontas, y terminan estafados hasta el último centavo.

Y así, como el estafador se instala repentinamente en cualquier lugar transitado, el precio del huevo, sin razón aparente, se elevó 50% en los primeros días de marzo: tomó por sorpresa a todo mundo, cuando menos eso argumentaron los funcionarios encargados del sector comercio y alimentos de nuestro país. Pero los únicos afectados aquí son los consumidores, sobre todo los más pobres, algo así como 50 millones de personas: el precio llegó a 50 pesos el kilo y se ha estabilizado, por decirlo de alguna manera, entre 40 y 45 pesos el kilogramo.

Y es aquí donde empieza la palabrería para esconder el origen del aumento del valor comercial de un alimento que resulta fundamental para la nutrición y sano desarrollo de los seres humanos.

Los productores avícolas culparon al comercio organizado, intermediario en la cadena producción-consumo, con el argumento de que el abasto está garantizado a un precio de 27 pesos el kilo al mayoreo, inclusive este subsector pecuario registró un crecimiento mayor a 2% en el último año, con una producción superior a 2.5 millones de toneladas, más que suficiente para cubrir la demanda.

Los comerciantes afirman que existe escasez de huevo en las granjas. Y aquí salió al quite, durante una gira por Madrid, España, el titular de la Sagarpa, Enrique Martínez y Martínez, con una declaración verdaderamente audaz, en una rueda de prensa: “No hay problemas ni de desabasto ni sanitario (…) la razón (del aumento) es que normalmente en estos periodos del año sube la demanda (de huevo), es tiempo de Cuaresma, Semana Santa, y aumenta la demanda, es una cuestión estacional meramente”.

Tradicionalmente, el consumo de este alimento aumenta en la temporada de otoño-invierno, por razones de clima. La gente prefiere un desayuno caliente en el que el huevo está presente y en la primavera-verano disminuye porque las preferencias cambian a jugos y fruta. Pero bueno, siguiendo el razonamiento de Martínez y Martínez, a partir de este año el mercado de pescados y mariscos tiene un competidor fuerte y seguramente el sector avícola repuntará por la coyuntura de la Cuaresma.

También se habló de que el precio del huevo aumentó por la devaluación que se dio en esas fechas, en la que el dólar se fue a más de 15 pesos y eso repercutió en los costos de producción. Claro que las autoridades agropecuarias y hacendarias del país desecharon esa premisa.

En todo este ir y venir de culpas indefinidas, lo cierto es que el precio del huevo difícilmente regresará a sus niveles anteriores (29 pesos por kilo), ya existe una experiencia más o menos reciente cuando en julio de 2012 con la aparición del virus AH7N3 en las granjas de Jalisco, se elevó el valor de este alimento en proporciones parecidas a las actuales. Además, como en aquellas fechas, ahora se emparejó al precio internacional, que finalmente éste es el objetivo de todo productor, para mejorar sus ganancias.

La verdadera causa del aumento en el precio del huevo radica en otra parte: la alimentación de los mexicanos depende en más de 50% de la importación, sobre todo de granos básicos, que en buena parte son utilizados para la producción de proteína de origen animal, es decir en la obtención de carne, leche y huevo. Hay que anotar que la alimentación de las aves significa 70% del costo de producción del huevo.

Y aquí destaca el maíz, que en la producción de alimentos balanceados para reses, cerdos, gallinas y pollos, es el grano líder. La industria pecuaria no se podría explicar sin la existencia del maíz, y cuando decimos industria hablamos de la producción de carne, leche y huevo con tecnología de punta, donde en espacios reducidos se pueden tener grandes cantidades de animales. Por ejemplo, en 2.22 metros de largo, 1.20 de ancho y 1.50 de altura, caben 48 gallinas enjauladas, y cada una de ellas pone entre 300 y 320 huevos al año.

El caso es que México importa maíz amarillo -que es el usado para alimentar ganado, cerdos y aves- en la misma proporción del que produce: la cosecha anual en números redondos es de 22 millones de toneladas, de las cuales once millones son de maíz blanco, que se destina al consumo humano, y para cubrir la demanda del mercado interno se requieren 32.7 millones de toneladas.

Así, el déficit histórico es, en promedio, de diez millones de toneladas, mismas que se tienen que importar a precios del mercado internacional y cuando la paridad peso-dólar es inestable, eso repercute de manera directa en la industria pecuaria.

Y aunque en el momento en el que aumentó el precio del huevo, el del maíz registró una baja debido a una buena cosecha mundial del cereal, esto resulta coyuntural, como siempre ha sido en la producción de alimentos. Y los grandes productores, como Estados Unidos, ya están tomando medidas para evitar que se desplome aún más, por lo que se tiene previsto reducir la superficie cultivada del grano en uno a dos millones de acres (entre medio millón y un millón de hectáreas) para el presente año agrícola.

Con eso, y de acuerdo a los rendimientos promedio por hectárea que se obtienen en el vecino del norte, esa superficie implica entre 8 y 16 millones de toneladas de maíz.

A esto hay que agregar un factor que resulta determinante en la fijación de los precios en el mercado internacional de alimentos, en este caso del huevo, y es que la demanda mundial de éste se calcula que amentará a 76.9 millones de toneladas para el presente año, contra 64 millones en 2013.

Esto implica un mayor consumo de maíz (además de sorgo y soya) para alimentar las gallinas ponedoras, cuya población mundial se estima en más de 4,700 millones de aves.

Vale decir que por algo países como China, que es el principal productor avícola de Asia, están acumulando existencias del cereal, lo que en corto tiempo detonará en un aumento del precio del maíz en el mercado internacional, lo cual, a su vez, resulta totalmente negativo para la industria pecuaria de México por el tonelaje que está obligado a importar.

Todo esto se podría evitar si nuestro país fuera autosuficiente en la producción de tan preciado grano (que ya lo fue en 1982), porque aún falta ver el impacto de esto en la engorda de ganado, cerdo, pollo y la obtención de leche. Ahí el panorama es nada alentador, pero eso es tema a tratar en otra ocasión.

Juan Danell Sanchez

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