Durante el régimen porfirista las mansiones de la época virreinal que había en la Ciudad de México perdieron su valor y nobleza para muchas personas, por lo que las familias que las habitaban se desplazaron hacia nuevas colonias, como la Cuauhtémoc (1890), Juárez (1898), así como la colonia Roma y la Condesa (1902), que ofrecían una vida más “moderna”.
Con ello, muchas de estas edificaciones se convirtieron en casas multifamiliares a las que por su nuevo carácter colectivo se les añadieron muros, pisos y otros espacios, para que en ellos pudieran habitar el mayor número de personas, fomentándose así el hacinamiento y problemas de higiene entre sus habitantes. Esto trajo como consecuencia inmediata, el completo abandono de estos barrios que, en poco tiempo, se propagó también a sus edificios. Y así nacieron las vecindades.
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