El Maratón y una alegoría con nuestro México

por | Ago 28, 2018 | De Puño y Letra | 0 Comentarios

La felicidad no puede ser ganada, no es una propiedad. Es la experiencia espiritual de vida de cada minuto con amor, gracia y gratitud.
Denis Waitley

Siempre proponerte un objetivo y alcanzarlo aunque no sea tarea fácil es algo satisfactorio para cualquier ser humano (vale la pena intentar hacer lo que uno desea para superarse a sí mismo). Esta ocasión quiero dedicar mis líneas semanales en este espacio a hacer una reflexión que me surgió al finalizar el maratón de la Ciudad de México.

Esas carreras de 42 kilómetros son mucho más que una actividad deportiva en donde podemos ir a correr y quemar un montón de calorías, pues primero que nada debes estar dispuesto a sacar fuerza hasta del corazón para no sucumbir en el intento; en esta competencia hay ciertos momentos que convierten una simple carrera en una experiencia de vida.

Este maratón comenzó muy temprano, con el suelo un poco húmedo y los primeros rayos de sol asomándose. Llegaron al zócalo capitalino miles de corredores y corredoras, y entre palabras de aliento y ánimos de familiares, amigos(as), colegas o de personas que no conocíamos, arrancó la carrera.

Se adelantaron los competidores con alguna discapacidad, algunos(as) en compañía de algún deportista sombra que les ayudaba a desempeñarse de mejor manera en la carrera y otros(as) sin esta ayuda, pero con toda voluntad y esfuerzo. Posteriormente salieron todos los demás competidores, tomaron pronto la delantera los más veloces, era increíble ver cómo su recorrido era fuerte y sin titubeos, corrían con toda la fuerza que les daba el cuerpo. Es maravilloso cómo el ser humano muchas veces supera lo excepcional.

Pasados los primeros kilómetros de la carrera, había centenares de personas dando ánimos a los competidores, con pancartas, matracas, música y más. Como suele ser, el servicio médico siempre atento a cualquier dificultad. Un fenómeno interesante que se observa es el cuidado que parece existir a estilo de camaradería entre los corredores y corredoras, haciéndonos a un lado si alguien más veloz necesita el paso, animando a quien parece ya estar muy cansado(a) y a quienes van en sillas de ruedas; nunca les falta una mano amiga que pese al cansancio que ya carga le ayuda a seguir cuesta arriba.

Pasados los 21 kilómetros de la carrera, la gente animando sigue y familias organizadas salen con dulces, agua, refresco, material de curación etcétera, para ofrecerles a los competidores. Cientos de niños y niñas gritan, sacan pancartas y echan porras, te hacen sentir como un verdadero héroe. Ya en los últimos kilómetros de la carrera había decenas de oficiales de la SSP y de la Secretaria de Marina custodiando que todo terminará en paz y te enviaban un saludo muy al estilo disciplinado de ellos. Ya aproximados a la meta muchos papás y mamás agarraban a sus hijos e hijas que estaban observando y corrían los últimos kilómetros con ellos(as) a modo de enseñarles a lo que sabe la vitoria y el esfuerzo. Una vez cruzada la meta, los corazones latían más fuerte y el alma se reconfortaba, no hay duda de eso.

Lo qué me pregunto: ¿acaso esta experiencia deportiva fugaz no puede trasladarse a nuestra vida diaria? ¿Será que podemos ser capaces de tener unión y empatía en nuestro día a día con todas las demás personas? Vernos como un solo espíritu de cuerpo en vez de ver diferencias y rivalidades, familiarizarnos entre familias, acoger a otra persona cuando nos necesite; exigir, pero también agradecer y fortalecer a nuestras instituciones que a diario nos sirven por el simple hecho de pertenecer a México. Buscar una meta en común para que nuestro presente sea más llevadero, más en paz y dejar un mejor país a nuestras próximas generaciones.

Es difícil, pero no imposible poner voluntad, pasión y esfuerzo en cada una de las acciones que llevamos a cabo día a día, porque quizá no nos conocemos pero nos necesitamos, para esa meta tan anhelada y común que es un México enorme, en paz, con desarrollo y siempre solidario.

Areli Zarai Rojas Rivera

Es presidenta de la Organización No Gubernamental Y Quién Habla por Mí AC. Estudió ciencia política en el Tecnológico de Monterrey y se ha dedicado al fortalecimiento de políticas públicas, proyectos y legislación en materia de Derechos Humanos, especialmente en temas de seguridad, género y de protección de derechos de niñas, niños y adolescentes. twitter Twitter twitter Twitter

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