México: Tierra de vinos

por | Oct 7, 2019 | De Puño y Letra | 0 Comentarios

Por María Cristina Rosas *

El vino es un producto aspiracional, cuyo consumo suele aumentar cuando mejora el nivel de vida de la población.

Cuando se habla de vinos en el mundo, hay países que, de manera inevitable y recurrente, vienen a la mente: Francia, España, Italia, Alemania, Argentina, Chile. Habrá quienes también incluyan en la lista a Australia, Sudáfrica, Estados Unidos. Muy pocos, sin embargo, mencionarán a México.

Hay varias razones por las que a México no se le considera un país de vinos. La más obvia, es la geográfica: la franja del vino en el hemisferio norte se encuentra entre los 30 y los 50° de latitud, y la mayor parte del territorio nacional, con la excepción de Ensenada, queda fuera de dicha franja. Claro, otra cosa habría sido si México no hubiera perdido más de la mitad de su territorio a manos de Estados Unidos: hoy el valle de Napa sería patrimonio nacional. Con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, entonces, México se vio despojado no sólo de territorio, sino del acceso pleno a la franja del vino. Si de consuelo sirve, a Perú le ocurrió algo parecido con Chile tras la guerra del Pacífico que se desarrolló entre 1879 y 1883, y que derivó en la pérdida, por parte de Bolivia, de su salida al mar, en tanto Perú hubo de ceder territorios que hoy corresponden al norte de Chile, atravesados por la franja del vino y que tantos beneficios económicos reportan a las empresas chilenas, incluyendo no sólo la producción de vinos tintos y blancos, sino de destilados de uva como el pisco, motivo de controversia, por cierto, entre ambas naciones -incluso en Perú se comercializa un pisco cuyo nombre es El pisco es peruano carajo! 

Además de la geografía, a México se le relaciona, cuando de bebidas espirituosas se trata, con el tequila, ese destilado de agave azul que cuenta con denominación de origen protegida -al menos en cinco estados del país encabezados ciertamente por Jalisco, más Guanajuato, Michoacán, Nayarit y Tamaulipas- y que, en el caso del paisaje agavero de Tequila, Jalisco, forma parte del Patrimonio de la Humanidad reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

¿Qué decir de la cerveza? Esa es otra bebida muy popular y cuyo consumo es amplio entre la población mexicana: tan es así, que México ocupa el sexto lugar mundial y el segundo en América Latina como bebedor de cerveza. Así, la ingesta de cerveza por mes se estima en 6. 1 litros per cápita, si bien en diciembre aumenta a 7. 9 litros. 69 por ciento de los hogares mexicanos tienen cervezas a disposición de la familia y amigos y es el equivalente en los partidos de fútbol a lo que las palomitas en el cine.

A pesar del gusto por la cerveza, en realidad la bebida preferida por los mexicanos no es espirituosa: se trata de los refrescos o gaseosas. Frente a los más de 70 litros anuales de cerveza per cápita, el mexicano promedio bebe 163 litros de refresco en el mismo período, lo que hace del país el campeón en el consumo de esta bebida a nivel mundial. No se pierda de vista que el azúcar/fructosa empleados para endulzar los refrescos supera por mucho, la cantidad de azúcar recomendada por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) por constituir factor de riesgo para el desarrollo de diabetes, obesidad y otras enfermedades crónico-degenerativas no transmisibles.

En consecuencia, conforme a lo expuesto, México no es un consumidor asiduo de vinos como ocurre en cambio en Chile, Argentina, las culturas mediterráneas, etcétera. Se calcula que, al año, en México sólo se bebe entre un litro-litro y medio de vino por habitante -en algunos de los países de más tradición, se consumen entre 20 y 45 litros por persona y el extremo es el Vaticano, con el récord mundial de 60 litros por persona cada año.

La situación tributaria de las bebidas espirituosas en el país es un factor que inhibe su consumo y su producción. Hablando concretamente del vino, mientras que en la legislación europea se le considera un alimento, en México se le clasifica como producto suntuario y, por lo mismo, tiene una carga impositiva que no sólo lo encarece, sino que inhibe el desarrollo del sector vitivinícola a nivel nacional. Otro elemento a ponderar es que todos los insumos para producción de vino son de importación. Ello explica que, de cada 10 botellas de vino que se consumen en México, siete sean extranjeras; no se produce suficiente en casa para abastecer la demanda interna.

En México hay un estimado de 4 000 hectáreas de viñedo -inferior a la superficie que posee Uruguay, pequeño país sudamericano que, pese a ello cuenta con 6 343 mil hectáreas y ciertamente muy por debajo de España, que cuenta con 969 mil hectáreas o bien el 13 por ciento del viñedo del mundo.

Según el Consejo Mexicano del Vino, en México hay 14 estados que producen caldos, la inmensa mayoría fuera de la franja del vino pero que se benefician de microclimas. Además del célebre valle de Ensenada en Baja California, que, como se explicaba, apenas es tocado por la franja del vino, existe una vinícola de gran tradición y con estupenda reputación que es Casa Madero, la más antigua de América, fundada en 1597 y que se asienta en el valle de Parras, Coahuila. Además de esos dos estados, también se producen distintos derivados de la uva en Sonora, Chihuahua, Nuevo León, Zacatecas, Aguascalientes, Durango, San Luis Potosí, Guanajuato, Jalisco, Puebla y Querétaro.

A pesar de que México no figura ni entre los principales productores, como tampoco entre los grandes consumidores de estos caldos a nivel mundial, la ingesta de vino ha crecido significativamente en los pasados cinco años. Es el propio Consejo Mexicano del Vino quien refiere que mientras que en 2012 se bebían 450 mililitros de vino per cápita anualmente, en 2018 la cifra había aumentado a 960 mililitros en 2018.

El vino es un producto aspiracional, cuyo consumo suele aumentar cuando mejora el nivel de vida de la población. Ahí está el caso de la República Popular China, que en la actualidad posee el segundo mayor viñedo del planeta -875 mil hectáreas- que si bien son usadas mayormente para producir vino de mesa, también se emplean para elaborar vino que se comercializa en ese país.

Anteriormente en México, al vino se le asociaba con generaciones más longevas, poseedoras de un alto poder adquisitivo y se le consideraba un producto caro y ostentoso. Hoy las nuevas generaciones se han venido acercando más a este producto. En la actualidad, gustan de comprar botellas de vino para disfrutarlo con amigos, parejas o en familia. Un factor a destacar es el consumo creciente de vino por parte de las mujeres, como resultado de su participación en el mercado laboral, al generar ingresos propios y, como se explicaba, porque esta bebida es aspiracional.

A diferencia de los refrescos o gaseosas, el vino comparte propiedades nutrimentales con los alimentos, al contener proteínas y vitaminas, en tanto que las calorías que posee no tienen tantas grasas ni azúcares a diferencia de aquellos. El vino posee asimismo cualidades antioxidantes -esto es, que retarda el envejecimiento- y apoya al sistema cardiovascular. Consumido en cantidades moderadas, hace un aporte nutricional muy importante a las personas.

Desafortunadamente en México, las empresas productoras de refrescos o gaseosas han contribuido a difundir leyendas urbanas contra el consumo de vino, e incluso también contra el consumo de café -México genera café de gran calidad del tipo arábiga, pero lo que más beben los mexicanos es café instantáneo, elaborado a base de la variedad robusta, que es de menor calidad que la arábiga y que es aderezada con numerosos productos químicos.

Todo consumo en exceso es perjudicial para la salud. Esta es una aseveración apoyada por nutriólogos y profesionales de la salud. Tan malo es consumir refrescos en las cantidades en que lo hace la población mexicana, como el consumo de alcohol, de café, de cerveza y demás en exceso. La idea, por tanto, no es demonizar a las bebidas como refrescos o gaseosas o al café instantáneo, pero sí entender que en la medida en que se les consuma en cantidades moderadas, abonarán a una mejor salud de las personas. En el mismo sentido, un mayor consumo de vino, en cantidades moderadas, claro está, haría un aporte nutricional importante a la población.

¿Qué tipo de vino consumen los mexicanos? Sobre todo, gustan de los vinos tranquilos, a pesar de que hay una importante producción de espumosos. El 64 por ciento de los bebedores de vino, prefieren, sobre todo, los tintos. Un dato alentador es que, si bien dominan en el mercado los vinos importados, el consumo de vino mexicano crece a razón de dos dígitos en los últimos años.

Así, para llegar a un escenario de mayor consumo e incluso exportación del vino mexicano, hay muchas cosas que se deberían hacer, entre ellas

  • Difundir en la población, la presencia de casas productoras existentes en el país, con campañas que exalten el orgullo nacional y la calidad de los caldos mexicanos. Diversos vinos nacionales han ganado concursos y medallas en prestigiadas competencias internacionales.
  • Mejorar la percepción de la sociedad en torno al vino, destacando sus propiedades nutrimentales con campañas de educación serias, esto en conjunto con la Secretaría de Salud. Así como cada vez más personas consumen vino, también se han agravado los padecimientos como el hígado graso. Asimismo es preocupante ver que hay más mujeres -además de hombres- que enferman por cirrosis derivada de problemas de alcoholismo.
  • Generar acuerdos con las autoridades municipales, estatales y federales, en torno a la legislación existente, buscando que al vino se le reclasifique en términos tributarios, lo que disminuiría la carga impositiva que inhibe actualmente el desarrollo del sector. Los vinos extranjeros que se consumen en el país ingresan con preferencias arancelarias debido a los tratados de libre comercio suscritos por México con esas naciones. No se trata de echar para atrás dichos acuerdos comerciales, sino de dar al vino mexicano, mejores condiciones para que pueda competir.
  • Desarrollar y mejorar las redes de distribución del vino mexicano. Cuando una persona requiere un “vino de emergencia” para alguna reunión o fiesta, basta con que acuda a un Oxxo, donde lo que encontrará, sobre todo, es vino chileno o argentino. Eso debería cambiar. Existen vinos mexicanos de calidad equivalente que pueden competir por precio, pero las redes de distribución no logran llegar al consumidor final.
  • Reforzar los circuitos turísticos empoderando el consumo del vino. En muchas casas vinícolas del país se estilan las fiestas de la vendimia: el pionero ha sido, ciertamente, Querétaro, gracias al trabajo de la Finca Sala Vivé, pero actualmente hay otras fiestas de la vendimia en Guanajuato, en Aguascalientes -Hacienda de Letras es un ejemplo-, Zacatecas -donde “Tierra Adentro”, ubicado en el municipio de Trancoso, logra reunir incluso a celebridades como Aleks Syntek o Ana Torroja, quien fue la invitada de honor en la vendimia del presente año. Las fiestas de la vendimia en Ensenada o en Parras, son también muy afamadas y concurridas. El modelo queretano, de la “ruta del queso y el vino” ha generado un boom turístico que puede ser replicado en otras latitudes, coadyuvando así a que los mexicanos conozcan más de su país, se diviertan y consuman vino mexicano.

El camino no es fácil, pero México se encuentra en la ruta correcta para consolidarse como tierra de vinos. Empresas, gobierno y sociedad pueden hacer de este producto un elemento cultural, económico y coadyuvante al bienestar de la población. Dicho esto: ¡salud!

María Cristina Rosas

Es catedrática de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Preside el Centro de Análisis e Investigación sobre Paz, Seguridad y Desarrollo Olof Palme A. C. Miembro del Consejo Consultivo de la Agencia Espacial Mexicana y del Panel de Expertos de la Comisión de Cooperación Ambiental del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

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