Singladura | Vislumbran en México nueva era de sustentabilidad familiar

por | Ene 7, 2020 | De Puño y Letra | 0 Comentarios

Por Roberto Cienfuegos J.

Pocos se atreven a imaginar, menos aún a creer que es posible y sólo unos cuantos deciden hacerlo. El matrimonio de Alejandra Vilchis Rojas y Rafael Gutiérrez Aguilar, dos ingenieros agrónomos, está construyendo en Hidalgo el sueño de vivir con sus dos hijos menores en una casa sustentable, erigida con materiales naturales como madera, paja y/o sillar, un tipo de block ancho y térmico semejante al adobe, e instalaciones que permiten captar el agua de lluvia y paneles solares que les suministrarán energía.

Más todavía: la pareja dispondrá de caballerizas para satisfacer su amor por los equinos y eventualmente criar y comercializar potrancas y potrillos. El sueño va más allá. Su casa o finca sustentable incorporará un huerto de vegetales para producir lechugas, betabeles, papas, brócoli, epazote, calabaza, rábanos, cilantro, espinacas, cebollas, ajos, zanahorias y nopales.

De igual forma y ante la preocupación que genera en esta familia el consumo de carne de animales alimentados con hormonas, prevén áreas para el cuidado y reproducción de conejos, pollos, gallinas y peces, éstos últimos a través de la acuaponia.

Vilchis Rojas cree que el cáncer está asociado al tipo de alimentos que hoy día se consumen en general en el país y alerta incluso que el veloz crecimiento de las niñas y su transformación temprana en mujeres es una consecuencia directa del consumo de hormonas.

Refiere el caso de los pollos que en cuatro semanas alcanzan el kilo 200 gramos y salen así de inmediato al mercado. “En una forma natural el mismo pollo necesita al menos cuatro meses. Estás alimentando a las personas con hormonas”, argumenta.

“Como mamá esto me alarma. No tanto huevo y sobre todo el pollo. Así que es preciso generar tu propia producción para que ganes en salud y economía”, resume.

“Queremos esta casa para producir todo lo que queremos como lo queremos”, explica en entrevista, Gutiérrez Aguilar, un Ingeniero agrónomo por la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y maestro en manejo de recursos naturales por la Universidad Autónoma de Chihuahua.

La esposa de Gutiérrez Aguilar, Alejandra Vilchis Rojas, una ingeniera agrónoma en producción egresada del Tec de Monterrey, lo secunda en el plan de contar con un huerto de vegetales, que encuentra posible y aún necesario en casas y apartamentos urbanos.

“La producción de alimentos en las ciudades tiene futuro”, comenta esta ingeniera agrónoma, oriunda de la capital del Estado de México y que por azares del destino llegó al municipio hidalguense de Huichapan para dirigir la operación de huertos urbanos destinados al autoconsumo con la participación de mujeres humildes, y se convirtió luego en una promotora de rellenos sanitarios y reforestación sustentable.

“No es mucha inversión ni mucho cuidado. Se puede en macetas, en huacales para tener el autoconsumo de cilantro, epazote, ajo, calabaza, brócoli, perejil. También papa”. El jitomate, admite, es “un poco más complejo porque la planta se contamina más rápido, pero si pones una semilla de jitomate puede germinar y crecer”.

Vilchis Rojas insiste en que los huertos urbanos “no resultan demasiado complicados ni exigen demasiada inversión. Es más bien un ahorro y el origen de una alimentación saludable”, argumenta.

Por ello considera que la alternativa de desarrollar huertos familiares en zonas urbanas “es mucho más saludable y está al alcance de cualquier persona”, aun cuando se requieren tiempo y cuidado.

A cambio, se obtienen “muchísimos beneficios y en particular para las personas de bajos ingresos y que sirven para un mejor alimentación”, insiste.

Cita su experiencia en Pachuca, la capital hidalguense, donde también ha dado cursos sobre huertos familiares. “Pensé en señoras de bajos recursos y sin embargo las asistentes a esos cursos fueron mujeres de barrios de clase media alta de Pachuca. Hay mucho interés de esas señoras en una buena alimentación, algo saludable y limpio. Constato el interés de la sociedad alta por producir sus alimentos por saludables”, cuenta.

Vilchis Rojas ha enseñado así a preparar la tierra, hacer una composta, la germinación, a separar sus semillas, ponerlas a secar, qué es lo que se tiene que hacer. “En sus patios tienen sus papas, lechugas, espinacas, brócoli y hasta pequeños pepinos”, indica.

Está convencida de que la agricultura urbana “es una tendencia y llegará el momento en que pueda ser una forma de vida y la gente comience a ver cómo producir sus propios alimentos por saludables, por su propia economía y donde el producto es seguro, limpio y saludable”.

En resumen, apunta, “enseñamos a producir alimentos” en zonas urbanas, una tendencia que anticipa será creciente en las ciudades del futuro, y que en sólo cuatro meses rinde los primeros frutos.

“Empezamos a ver el cambio en los patrones de consumo de las mujeres y sus familias”, comenta Vilchis Rojas, quien considera que el punto crítico para concretar este tipo de proyectos y que pueda haber un cambio en la vida radica en “la educación”. Insiste en que la conciencia ecológica “viene del conocimiento y la educación”.

Esta agrónoma también encabezó un proyecto de relleno sanitario, denominado “Cambio verde”, y con base en el cual recibía papel, pet, vidrio, cartón a cambio de despensas, árboles o legumbres. La empresa Vitro, por ejemplo, obtuvo vidrio y apoyó el relleno sanitario en Huichapan.

Recuerda que al primer mes de operaciones “fueron 4 toneladas de cartón, pet, fierro y le quitamos basura al relleno. Tenía un valor y un ingreso y con eso podíamos adquirir productos para hacer el canje. Empecé a dar más semilla, comprar un poco de plástico para micro túneles y comprar arena, tierra y bolsas y salía del proyecto. Ya estábamos conectando todos los proyectos para crecer y ser autosuficientes”, sin dinero del municipio de Huichapan o del estado de Hidalgo.

Recordó que así fue posible la producción de árboles en el vivero municipal. Dijo que gracias a esta actividad fue posible reforestar las partes altas de Huichapan, donde autoridades enviaban habitualmente pinos, pero esa tierra no es para pinos.

Contó que con los mismos ejidatarios produjeron encinos, huizaches, mezquites, fresnos. Se juntó la semilla del municipio y la reproducimos. “Fueron a sus cerros y crecieron y allí están. Fue un gran logro, subsidiado con recursos de huertos y basura”, cuenta.

Al igual que su esposa, Gutiérrez Aguilar cree que el desarrollo de la agricultura en las ciudades “es algo positivo”, pero considera que “hay que educar para el cambio. Que la gente se decida y crea en las bondades de los huertos en las casas. El que la gente mentalmente diga si lo quiero intentar y cuando vean los resultados allí está. Tiene que haber programas de capacitación en las ciudades para que se desarrolle la agricultura urbana”, expone este Ingeniero agrónomo que también trabaja en el área ambiental del Servicio Geológico Mexicano (SGM).

Gutiérrez Aguilar cree que la clave de la agricultura urbana es trabajar para crear conciencia en cuanto a información y educación. Narra que hace un mes abrió un taller informativo sobre tecnologías para el campo y llevó personal para capacitar en la producción de productos orgánicos y el agua sólida a través de un polímero.

Con animales “hablamos de forraje verde hidropónico con charolas, donde se pone la semilla y cuando tienes 30 centímetros se da de comer al ganado. En poca superficie se produce mucho forraje. De un kilo de grano se producen de siete a diez kilos de forraje” expone.

Este tipo de forraje posee mucha proteína, fibra y el proceso se cumple en unos 30 días. Esto puede hacerse en un pequeño espacio de casa. Pueden ser verticales. Hay muchas maneras de poner tu hortaliza, circulares, pvc. Se puede optimizar un pequeño espacio para tener una hortaliza. Es accesible y no cara. Puede usarse el agua de lluvia de las casas con un depósito para hortalizas y plantas, señala.

“El forraje verde puede ser consumido por animales en casa que pueden tener muy buena calidad y servir para el autoconsumo”, indica Gutiérrez Aguilar.

Añade que está en marcha el proyecto familiar, que constituye un modus vivendi, una finca donde todo es autosustentable.

El objetivo, resume, es “comer nuestro pollo, comer nuestra carne, un cerdo, un cordero, una gallina, huevos, nuestra verdura, nuestros peces y en nuestra casa con tecnologías como energía solar. En resumen se trata de un complejo sustentable”, y que es mucho mejor que la alternativa de instituciones que se dedican en el país a la promoción de soluciones habitacionales para los trabajadores.

Gutiérrez Aguilar dice que la idea que desarrolla con su familia en Hidalgo “surge de tener un hogar sustentable” porque su esposa y él “venimos del campo y queremos algo diferente como familia”.

Se trata de una casa normal con las instalaciones que conocemos, pero se le añaden elementos de producción y energía sustentables, expone.

Gutiérrez Aguilar describe que en su casa sustentable también incorporará áreas para la cría de borregos, cabras, gallinas, conejos, y un invernadero para el cultivo de hortalizas, acuaponia para la producción de peces, cuya agua utilizada será reciclada de los peces que se usaría como fertilizante por los nutrientes que lleva. El techo de la casa desembocaría en un aljibe o cisterna para unos 10 mil litros. Aquí la idea es tener un área de procesamiento para la matanza, empaquetado al alto vacío y refrigeración. La idea es producir de manera natural. “Es un modo de vida”, señala.

Roberto Cienfuegos

Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Dirección Comercial. Su trabajo periodístico en México, América Latina, Europa y Asia ha sido publicado por McGraw-Hill, la revista colombiana Dinero, las agencias noticiosas Ansa (Italia), United Press International (UPI de Estados Unidos) Xinhua de China y Notimex de México, los diarios La Opinión de Los Angeles, Hoy y The Dallas Morning News.

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