A la caza de los “chapulines”

por | Jun 1, 2012 | Expediente Abierto, Junio 2012 | 0 Comentarios

Ricardo Monreal Minerva Hernández Manuel Bartlett

El trapecio político comienza a menearse de un lado a otro del escenario, va lleno. Es peligroso, alguno puede caer en la delicada maniobra de flexibilizar su fisionomía para tomar con ambas manos el columpio que viene y va. Los “trapecistas” o “chapulines”, como se les llama a aquellos políticos que cambian de partido a la par de algún cargo público, no paran de ir de un lado a otro, del Senado a la Cámara de Diputados, y viceversa. Tan solo en este año, 122 congresistas de la reciente Legislatura buscan o ya tienen asegurado una curul del otro lado del escenario.

Y es que las leyes mexicanas no prohíben que un diputado o senador en funciones busque una posición en la Cámara contraria y realice una campaña proselitista para alcanzar el siguiente cargo, mientras continúa cobrando el sueldo asignado por el puesto original.

Críticos de esta postura aseguran que el “chapulín” político o el “trapecista”, se distingue por renunciar al cargo que supuestamente desempeñó durante meses, con tal de perseguir un nuevo “hueso” en otra instancia de gobierno. Un caso emblemático y poco conocido es el del político nayarita Nabor Ochoa, quien inició con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) como diputado local en el año 2000, pero al no ser candidato por su partido para la alcaldía de Manzanillo, brincó al Partido Acción Nacional (PAN) con el cual obtuvo dicha posición.

Posteriormente, fue electo diputado federal, se le rechazó su candidatura a gobernador y cambió nuevamente de partido, para ser elegido como presidente municipal por segunda ocasión. Nuevamente se hizo priista, pero al estar imposibilitado por sus estatutos para ser senador, se erigió como candidato por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). En resumen: en 11 años fue candidato para cuatro puestos de elección del PRI, PAN, Nueva Alianza y ahora del PVEM.

Pero vayamos poniéndole nombre y apellido a estos chapulines. Algunos de los senadores y senadoras que buscar saltar del Paseo de la Reforma a San Lázaro son: Minerva Hernández, del PAN y ex perredista; Fernando Castro Trenti y Jesús Murillo Karam, del PRI; Alberto Anaya y Ricardo Monreal, del Partido del Trabajo (PT), y Silvano Aureoles del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Mientras que los diputados que buscan ser ahora senadores de la República son los panistas Javier Corral y César Nava; los tricolores David Penchyna y Roberto Albores, y los perredistas Alejandro Encinas y el guerrerense Armando Ríos Piter.

Pero de los 122 senadores y diputados federales —50 y 72 políticos respectivamente— que buscan un nuevo puesto antes de que termine la reciente legislatura sólo 24 se caracterizan por un alto rendimiento en su trabajo legislativo, mientras los 98 restantes registran poco trabajo, poca chispa, incluso hay cinco diputados que en tres años sólo presentaron una iniciativa, según reportes de los Servicios Parlamentarios del Senado y la Cámara de Diputados.

Maite Azuela, quien es analista política con maestría en Políticas y Administración Pública, e integrante de diversas organizaciones sociales como “Ya Bájenle”, la cual busca que se reduzcan los presupuestos otorgados principalmente a los partidos políticos, asegura en entrevista que en este periodo de sesiones el porcentaje de diputados y senadores que dejaron sus puestos superó 40 por ciento.

Cámara de dipLa activista detalla que ante esta situación se generan tres problemas: el primero de ellos, que si los políticos simplemente dejaron su cargo sin solicitar licencia y se presentan de vez en cuando a las sesiones, por ley continúan cobrando el mismo sueldo como si trabajaran al cien por ciento.

El segundo es que cuando los titulares dejan en el cargo a los suplentes, se genera un retraso en los proyectos, puesto que los recién llegados al cargo desconocen en su totalidad los trabajos anteriormente realizados, como reformas o nuevas legislaciones.

Y el tercero se refiere a que los legisladores que buscan un nuevo cargo se apre-suran a impulsar las leyes o sus modificaciones con fines meramente electoreros, las cuales en ocasiones son aprobadas de manera tardía y lenta conforme a las necesidades del país.

Azuela precisa que no sólo dejan sus puestos para buscar un cargo propio, sino que en muchas ocasiones lo hacen para apoyar las campañas políticas de sus correligionarios.

Ante esta situación, la también columnista de diversos medios de comunicación indica que ante los diputados federales promovieron la idea para que se legisle en esta materia y se prohíban estas prácticas, sin embargo no se tuvo respuesta positiva a través de la Reforma Política aprobada recientemente. Pero el que los diputados y senadores sean chapulines no es el único fenómeno que podemos contemplar en la política nacional, sino que en fechas recientes ha crecido en gran medida la cantidad de asambleístas que son “trapecistas” pero que también han abandonado sus partidos de origen para enrolarse como dirigentes o candidatos de otras organizaciones.

Los “saltimbanquis” más famosos de la actualidad son el poblano Manuel Bartlett Díaz, la tlaxcalteca Lorena Cuéllar Cisneros, y María Elena Dorantes quienes dejaron el Partido Revolucionario Institucional (PRI) para ser ahora seleccionados como candidatos de la coalición de partidos de izquierda integrada por el PRD, PT y Movimiento Ciudadano al Senado de sus estados de origen, respectivamente, y Dorantes para convertirse en la abanderada a la gubernatura de Chiapas.

DESCONTENTO

La insatisfacción y desprecio por estas decisiones de los representantes políticos ha crecido en los últimos tiempos a nivel nacional.

Por ejemplo en Veracruz, el Consejo Empresarial Veracruzano AC (Cevac ), representado por su presidente Marcos Orduña Alcocer menciona que tr istemente los políticos en Veracruz se han aprovechado de la ciudadanía, porque van de un cargo a otro como “chapulines colorados”.

Además, exige a los candidatos que de ganar la elección deben quedarse a terminar con el puesto y no solicitar licencia a mitad del periodo para ir por otra elección.

En Monterrey diversas organizaciones de la sociedad civil que rechazan estas prácticas han pedido que los ciudadanos castiguen a los chapulines no dándoles el voto, ante la falta de compromiso de algunos legisladores o gobernantesde incumplir con la obligación que asumieron ante la ciudadanía.La organización Vertebra señala que mientras se modifica la legislación electoral, para prohibir el chapulineo, es necesario que los ciudadanos apliquen el próximo 1o de julio, un voto de castigo a los políticos que dejaron su cargo en busca de otro.

Mónica Romero

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