Politíca-farándula polos que atraen

por | Mar 1, 2014 | Expediente Abierto, Marzo 2014 | 0 Comentarios

Raúl GonzálezEntre 1981 y 1989, la Unión Americana fue gobernada por un republicano, Ronald Reagan, carismático ex actor, célebre por cintas como Camino de Santa Fe y El amor está en el aire. Pese a su popularidad y a salir ileso de un atentado contra su vida, su mandato resultó polémico, ante el recorte que hizo en el sector salud, para otorgar mayor presupuesto para la carrera armamentista durante la Guerra Fría.

Para Verónica Veloz Valencia, académica del departamento de Arte, Cultura y Entretenimiento de la Universidad Iberoamericana, personajes como Reagan no sólo contaban con aptitudes políticas, también “una imperante necesidad por confluir en altas esferas donde pudieran obtener influencias y ser partícipes de las estructuras del poder, para así generar un interés público”.

Efecto hipnótico

Además, explica Veloz Valencia, maestra en sociología, “casi todas las personalidades mediáticas, ya sean actores, cantantes o deportistas de élite, poseen el atributo llamado carisma, que les facilita el acercamiento con el público y el electorado, o bien, son motivo de interés de partidos o instituciones políticas para atraer votos”.

El carisma, según el sociólogo alemán Max Weber, creador del término, es la capacidad de algunos individuos para producir la admiración de sus seguidores, gracias a una supuesta cualidad de magnetismo personal que les genera un trato aparte o diferente.

México también ha contado con este tipo de personalidades provenientes del mundo artístico o del deportivo, que no conformes con el éxito obtenido en sus ámbitos cruzan la línea, que en ocasiones no es tan distante, en gran medida gracias a que las luces, los reflectores y las cámaras permanecen sobre ellos dotándolos de un renovado interés por parte de la audiencia.

Cuesta arriba

Carlos BrachoEn materia deportiva, la conformación de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), en 1988, (en la actualidad Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte) como un órgano que rigiera las políticas nacionales en torno a cultura física y deporte, generó el interés de ex atletas para convertirse en políticos y proseguir de este modo sus andanzas en la esfera pública, afuera de los estadios y las pistas.

El primero en enrolarse como titular de la Conade fue el ex marchista y campeón olímpico Raúl González, entre 1988 y 1994, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuyo aporte a las políticas públicas del deporte fue el fortalecimiento de este instituto como una entidad sólida y creíble.

También el ex pentatleta Ivar Sisniega, entre 1994 y 2000; el ex futbolista Carlos Hermosillo, entre 2006 y 2009; y actualmente, el ex clavadista, medalla de bronce en Seúl 1988, Jesús Mena, han tratado de robustecer sus carreras políticas al frente de la hoy Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, sin suerte favorable, ya que una vez concluido el sexenio en turno desaparecen de la esfera pública o se tornan comentaristas o analistas, como sucedió con Carlos Hermosillo, quien luego de sucumbir en su candidatura para diputado federal por Veracruz optó por retirarse de la política.

“Con los ex atletas sucede algo muy especial, ya que además del carisma, poseen un aura de triunfo, un hálito mesiánico de que con ellos es posible alcanzar metas casi imposibles; sin embargo, salvo Ana Gabriela Guevara, actual senadora por el estado de Sonora, ninguno de los otros deportistas han conseguido mantenerse en las esferas políticas”, comenta Veloz Valencia.

Mención aparte merece Felipe Tibio Muñoz, medallista de oro en natación, en México 1968, quien entre 2001 y 2012 fungió como titular del Comité Olímpico Mexicano, desde donde enraizó sus contactos políticos, sobre todo, con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), por el cual es hoy diputado plurinominal.

Del escenario a la tribuna

En el caso de actores y actrices como Carlos Bracho y María Rojo lograron combinar sus trayectorias escénicas y políticas, alcanzando candidaturas y puestos públicos de mayor peso. Por ejemplo, Bracho es miembro fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y fue candidato a gobernador del Estado de México en 1987, así como candidato a senador por los mexiquenses en 1991, y por Aguascalientes en 1994. Logró una diputación por el Partido Mexicano Socialista (PMS) entre 1988 y 1991.

Por su parte, Rojo, una de las actrices icónicas del cine mexicano, por filmes como La Tarea y Danzón, ha sido una inquieta política, obtuvo una diputación plurinominal en el periodo de 1997-2000. Luego se convirtió en jefa Delegacional en Coyoacán, entre 2000 y 2003, y entre 2006 y 2012 se desempeñó como senadora de la República.

Otro famoso que logró un mayor impacto como político que como cantante es Francisco Xavier, intérprete en la década de los 80, que incluso fue candidato a la gubernatura del estado de Hidalgo en 1999. Sin embargo, sus anhelos fueron truncados por diversos escándalos de abuso sexual y secuestro, que hasta 2006 lo mantuvieron en el ojo del huracán. Luego de quedar amparado de los cargos, alcanzó a ser senador por Hidalgo, puesto que ocupó hasta 2012.

Tal es el empuje que tienen los actores y actrices en el electorado que organismos políticos se acercan para ganar adeptos, uno de esos casos fue el del escritor, director y actor Roberto Gómez Bolaños, cuando el Partido Acción Nacional (PAN) tocó a su puerta para postularlo como contendiente a la jefatura delegacional de Coyoacán, propuesta que rechazó por causas de salud.

En otro caso, el actor Roberto Palazuelos, el año pasado destapó sus aspiraciones para ser candidato, en 2016, a la presidencia municipal de Tulum, Quintana Roo, y para calentar motores la Asociación de Hoteles de esa ciudad lo eligió como líder del organismo hasta que se den los procesos para las elecciones de ese año.

La experiencia habla

Hace un par de años, Silvia Pinal, secretaria técnica de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), entró al pleito entre las actrices Lilia Aragón y Evangelina Elizondo, quienes se acusaban de desvíos de fondos dentro del organismo. A ésta última la destituyó al argumentar una pobre labor del cargo, y también sostuvo un duelo verbal con Aragón. Pese a sus réplicas, Pinal ha mantenido a raya a ambas, gracias a su pericia política, ya que fue diputada federal, senadora y miembro de la Asamblea de Respresentates del Distrito Federal, además de que estuvo casada con el ex gobernador de Tlaxcala, Tulio Hernández.

“Silvia Pinal y Angélica Rivera, actual esposa del presidente de México, Enrique Peña Nieto, representan la suma de ese combo, espectáculos-política, que atrae la atención del público a estas telenovelas de la vida real, donde el poder y la estética se funden en una especie de producto de consumo mediático”, concluyó Veloz Valencia.

Juan Carlos P. González

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