El manejo de la basura en el municipio de Aguascalientes alcanza niveles de reconocimiento internacional. De 600 toneladas que se generan diariamente, 95 por ciento tiene como destino final el Relleno Sanitario de San Nicolás, donde es enterrado el mismo día; proceso sin precedente en la República Mexicana.
A este volumen de desechos sólidos se suman otras 300 toneladas diarias provenientes de los 10 municipios restantes que integran al estado de Aguascalientes y que también son enterrados.
Este procedimiento significó, durante 2010, que la capital del estado recibiera en la ciudad de Madrid, España, la Escoba de Platino, máximo galardón y primero en ser otorgado a un ayuntamiento de América Latina en reconocimiento a su limpieza por la Asociación Técnica para la Gestión de Residuos y Medio Ambiente (Ategrus). Esto en el marco de la Feria Internacional del Urbanismo y del Medio Ambiente, TECMA.
Dicho reconocimiento lo recibió el ex presidente municipal interino, Adrián Ventura Dávila, durante la administración de Gabriel Arellano Espinosa (periodo 2008-2010).
Control de toxicidad
Para tener una referencia nacional en cuanto al manejo de basura, del total de desechos sólidos que producen los municipios del país, sólo 64 por ciento se deposita en lugares controlados. Siendo un porcentaje bajo, el Gobierno Federal trabaja con diversos programas para incrementarlo a 82 por ciento a nivel nacional.
Aguascalientes destina los desechos sólidos en lugares 100 por ciento controlados y por ello el Instituto Mexicano de Competitividad (Imco) lo califica con 100 puntos (de 100 como máximo) en este proceso —la más alta evaluación.
El investigador del Imco, Saúl Rodríguez González, agrega que gracias al uso correcto de un mecanismo de desarrollo limpio (MDL) que se emplea mediante chimeneas, el municipio reduce los efectos nocivos de las miles de toneladas de gas metano que se producen al año en el Relleno Sanitario de San Nicolás, lo que anula en su totalidad los efectos de este elemento “de alta peligrosidad” para el medio ambiente y las comunidades.
“No todos los rellenos sanitarios del país cuentan con dicho sistema y esto lo ubica como uno de los municipios del país con mejor manejo de la basura. El efecto positivo de estas prácticas en los habitantes del ayuntamiento es un mejor nivel de vida al reducir fuentes de contagio y la generación de fauna nociva, como cucarachas, ratas, palomas, mosquitos, y con ello se reducen enfermedades”, explica Rodríguez.
Otro dato que presenta el Imco, con base en información oficial, es que el promedio de generación de basura per cápita en el municipio es de 0.74 kilogramos, mientras que en otras ciudades, como el Distrito Federal, la producción es de 1.75 kilos.
La participación ciudadana es reconocida por grupos ambientalistas y autoridades de los tres niveles de gobierno como una de las piezas claves que permiten un buen manejo de los desechos sólidos, además de que esto da la oportunidad de extender una cultura, desde los hogares, para hacer una correcta separación de desperdicios que genere en la iniciativa privada el interés de invertir en centros de reciclaje como un negocio rentable en el estado.
Cuando en 1993 las autoridades anunciaron la ubicación de contenedores a lo largo y ancho del municipio, junto con un esquema de horarios para la recolección de basura, los ciudadanos tuvieron sus dudas sobre el éxito de la iniciativa ante la responsabilidad que asumían las autoridades.
Actualmente existen 3,600 contenedores que son vaciados entre dos y tres veces por día, en un territorio divido en 450 fraccionamientos donde se concentra una población de 772 mil habitantes.
La logística que se aplica reduce las fallas de este procedimiento en 98 por ciento. Los receptores de basura cuentan con un sensor para monitorear la hora y el lugar en el que se realiza el servicio, lo que garantiza la efectividad del proceso durante los 365 días del año.
Las leyes locales obligan a los desarrolladores de vivienda a donar un contenedor por cada 100 casas recién construidas, con las características específicas de los ya existentes.
Por otro lado, Aguascalientes cuenta con 13 centros de acopio de basura ubicados estratégicamente para que las personas acudan con desechos reciclables papel, cartón, plástico y vidrio, entre otros.
La infraestructura y los niveles de participación de las autoridades y ciudanía no se alcanzaron de la noche a la mañana. Enriqueta Medellín, presidenta de la Asociación Conciencia Ecológica de Aguascalientes, reconoce que este logro no es motivo de la casualidad y sí de un esfuerzo que las administraciones municipales —sin importar el color de los partidos que las han encabezado— toman con gran compromiso.
Premios como la Escoba de Plata en 2004, Escoba de Oro en 2006, el reconocimiento de Ciudad Limpia en 2008 y Escoba de Platino en 2010 —el máximo galardón—, todos promovidos por Ategrus, con sede en Madrid, que realiza este concurso cada dos años entre municipios del mundo, son la satisfacción de administraciones municipales “y nadie se quiere quedar atrás”, expone.
El inicio de esta cultura, recuerda Medellín, fue consecuencia de un accidente, un gran incendio en el viejo relleno sanitario de Cumbres —el cual fue clausurado en 1998—. Las asociaciones ambientalistas alertaban, al arranque de los años 90, que la cercanía de algunas colonias con el tiradero implicaba grandes riesgos por el gas butano que se generaba en el lugar.
Para evitar la repetición de un caso similar, durante el gobierno de Fernando Gómez Esparza (1993-1995) se comenzó la instalación de contenedores en las calles del municipio para tener mayor control en el manejo de residuos sólidos.
Este sistema se fortaleció en 1998, cuando el entonces presidente municipal, Alfredo Reyes Velázquez (1998-2001), clausuró el relleno sanitario Las Cumbres para dar vida ese mismo año al que ahora se conoce como San Nicolás, basurero en uso que comprende una extensión de 42 hectáreas, 21 hectáreas forman parte de la primera fase que concluirá en cinco años e inmediatamente se edificará otro en la extensión del terreno restante que tendrá una vida de entre 10 y 12 años.
El lugar, además de contar con los mecanismos para anular los efectos del gas butano, está construido con una base de geomembrana reforzada con una capa de llantas usadas para evitar que objetos punzo cortantes la rompan y que se escape el líquido lixiviado —elemento de alta contaminación que se genera en los rellenos sanitarios y que debe ser tratado para evitar efectos colaterales.
Diariamente 40 mil litros de este nocivo desperdicio —que pone en riesgo los mantos freáticos que están debajo del relleno sanitario— son recuperados en tanques para entrar en un proceso de destrucción que garantiza que no tengan ningún impacto ecológico negativo.
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