Jerónimo ApolonioEn extensión territorial, San Felipe del Progreso es el segundo mayor municipio del estado de México, y también una de las regiones del país con mayor marginación alimentaria y de desarrollo. Sin embargo, dentro de esta demarcación, los habitantes de la comunidad La Soledad, de origen mazahua, apoyados por fundaciones sociales, investigadores y autoridades, determinaron erradicar esos flagelos, y lo están logrando.

En el camino, cada actor involucrado encontró inercias y resistencias; pero poco a poco los esfuerzos conjuntos dieron paso a obras concretas, hasta llegar a la creación de verdaderas empresas sociales, fase en la que se encuentran hoy.

En cifras gruesas, en México hay 14.4 millones de personas que padecen de pobreza alimentaria. Por lo general, estos grupos se localizan en comunidades apartadas de los centros urbanos, con carencias también de servicios sanitarios, de salud y de educación. En cuanto a su economía familiar, entre 75 y 80 por ciento de sus habitantes, por ejemplo, gastan más de 70 por ciento de sus ingresos en comprar comida.

La Soledad formaba parte de ese cuadro, por lo que carecía de lo más elemental para su subsistencia. Aquí, como en casi todas las rancherías del municipio, abundan las áreas boscosas, pero también las semidesérticas o con un alto grado de erosión y deforestación por la tala inmoderada de árboles. La pobreza reinaba en todas partes.

Los problemas se acentuaron cuando llegó la crisis económica y el desempleo, ya que muchos padres de familia laboraban en la industria de la construcción o de servicios en las urbes cercanas.

Círculo Virtuoso

MujeresLaura Garfias, madre de tres hijos y originaria de esta comunidad, recuerda que hace apenas unos años se quebraba la cabeza para poder sacar adelante a sus descendientes. Los recursos de su cónyuge, albañil de oficio y con constantes traslados a la Ciudad de México para desempeñar su labor, no eran suficientes. “Yo quería ayudar a mi esposo y a mi casa, pero no sabía cómo y aquí no había trabajo”, relata con un dejo de angustia.

Los pobladores de La Soledad necesitaban de acciones concretas para poder revertir la situación, pero al igual que el nombre que lleva su demarcación, se sentían solos.

En esta ranchería la niñez mazahua presentaba cuadros de desnutrición y los adultos tampoco gozaban de una buena alimentación. Se requería disponer de comestibles de manera inmediata y, además, crear infraestructura, educar a la comunidad para una buena alimentación, así como trabajar en proyectos productivos.

La conjunción de estos elementos resultaría en un círculo virtuoso en materia de seguridad alimentaria, de acuerdo con los principios de la Fundación Wal-Mart (FWM), una de las entidades comprometidas en la transformación de La Soledad.

Para llevar a cabo acciones de bienestar en la región, la Fundación decidió conjuntar esfuerzos con el Patronato Pro Mazahua (PPM), una organización civil sin fines de lucro, que a lo largo de una década ha decidido trabajar en iniciativas que ayudan a elevar la calidad de vida en las comunidades mazahuas. Así, pobladores de La Soledad y estas organizaciones pusieron manos a la obra.

Andrea Ortiz Solís, gerente de la Fundación, explica que el tema de apoyo a las comunidades marginadas figura en el rubro de responsabilidad social, uno de los tres pilares de crecimiento del conglomerado Wal-Mart de México. La FWM se creó en 2003, y desde entonces a la fecha se ha venido relacionando en los temas de nutrición y desarrollo comunitario.

Las labores puestas en marcha de manera coordinada en La Soledad se tradujeron en huertos, granjas familiares y un sistema de captación de agua de lluvia que revolucionó la técnica de fabricación del líquido, producto de las investigaciones del Colegio de Posgraduados de la Universidad de Chapingo, con el soporte del PPM y la FWM.

Paso a Paso

Collage 6Jeannette Arriola, presidente del Patronato Pro Mazahua, narra que las primeras obras en La Soledad fueron la construcción de invernaderos o huertos donde se cultivan hortalizas orgánicas, es decir, libres de agroquímicos.

Actualmente hay un total de 39 invernaderos, uno por familia, que en ocasiones son compartidos. Cada uno de ellos cuenta con un sistema de captación de agua de lluvia y con granjas de pollos, alimentados con pastura libre de hormonas.

En esta etapa, a la par, se fue dando la capacitación nutricional y la construcción de letrinas y estufas ecológicas. Con este último proyecto no sólo se detuvo la tala de árboles, sino que abatieron las enfermedades respiratorias provocadas por la práctica de quemar leña para cocer los alimentos, lo que equivalía a que los integrantes de una familia fumaran dos cajetillas de cigarros al día.

“La idea estuvo relacionada, además, con el regreso al seno familiar, pues en el mundo indígena funciona muy bien la unidad familiar. Comenzamos con los invernaderos y, con el paso del tiempo, la producción se fue volviendo de gran escala y sobraba, por lo que se dio paso al comercio local de los excedentes”, indica Arriola.

Petra Cruz, hoy propietaria de uno de los traspatios (sistema de captación de agua de lluvia, granjas para pollos e invernadero) asegura que estas obras ayudaron a diluir los efectos de una recesión que dejó a muchos jefes de familia sin empleo: “Con la crisis, muchos de nuestros esposos se quedaron sin trabajo, pero nosotros tenemos para darle a los niños de comer, además de dinero extra para las cosas de su escuela”.

Si bien en un principio las amas de casa tuvieron conflictos con sus cónyuges o hijos por tener una nueva actividad no usual en ese momento, ahora hay otra manera de hacer las cosas: las mujeres se encargan de sembrar y cuidar los cultivos, de cosechar, vender y administrar los recursos y, aunque los hombres pueden llegar a participar, las principales beneficiarias son ellas.

Transformación Productiva y Social

Bordado 2 Bordado 1Una de las obras más gratificantes, impulsada por el Patronato y financiada por la Fundación es la planta de acopio y potabilización de agua de lluvia que hoy opera la comunidad, la cual utiliza tecnología de punta creada por ingenieros de la Universidad de Chapingo. Los resultados son altamente satisfactorios: el producto final es similar al agua que se produce en los alpes y que se comercializa bajo la marca Evian, sinónimo de prestigio y calidad mundial. Incluso, otras empresas embotelladoras del líquido, como Bonafont, de Grupo Danone, han ido a La Soledad a estudiar el proceso, que consta de un total de 11 fases, cuando los productos normales cubren sólo entre ocho y nueve.

El sistema de potabilización cuenta con una máquina embotelladora de garrafones de 20 litros, y recientemente se incorporó una nueva línea de producción, para envasar presentaciones de 500 mililitros, las cuales se comercializan en Wal-Mart Toreo, bajo la marca: Más Agua Mazahua.

Otro de los proyectos con visión empresarial es el taller de bordado, ya que desde un principio se vio el potencial con el que contaban los llamativos atuendos de las mazahuas, llenos de color y vida. La coordinadora del taller, Amalia Tapia, es la encargada de comprar la materia prima directamente de la fábrica, y la elección de las confecciones se lleva a cabo junto con una diseñadora de Wal-Mart (formato Suburbia).

“Aquí lo que hacemos es que damos a las señoras las telas y los hilos para que en su casa, y en sus ratos libres, borden manteles, servilletas, toallas y sábanas. Si ellas bordan dos juegos de toallas de decoración, por ejemplo, se les pagan 160 pesos. Por un juego de manteles con servilletas se les pagan 240 pesos”, explica Tapia.

Con sus seis formatos de negocio y un total de mil 204 unidades, el piso de ventas con el que cuenta Wal-Mart es el factor más valioso que puede ofrecer a las comunidades.

“Muchos de los proyectos de comunidades lejanas mueren porque no tienen dónde comercializar sus productos. Entonces, si nosotros les ofrecemos nuestro piso de venta, con espacios preferenciales, con señalizaciones y adecuaciones, se abren los canales del mercado. Con esta forma de trabajo, la FWM les reintegra 100 por ciento de las ventas y de las utilidades”, señala Andrea Ortiz Solís.

Los esfuerzos coordinados han arrojado resultados concretos: una evaluación a cargo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) señala que el programa de comercialización, impulsado por los actores involucrados en la zona mazahua, incrementó en 65 por ciento los ingresos de las mujeres.

“La transformación de La Soledad es sustancial. Aquí ha habido una preocupación por inducir a las personas a organizarse en proyectos productivos, pero también por cuidar y mejorar el medio ambiente”, reafirma Jerónimo Apolonio, presidente del municipio de San Felipe del Progreso.

En noviembre de cada año, Wal-Mart de México lanza una convocatoria a nivel nacional por medio de la cual invita a organismos civiles y gobiernos a enviar proyectos encaminados a transformar y Jerónimo Apolonio, presidente del municipio de San Felipe del Progreso. mejorar el nivel de vida de poblaciones marginadas.

Los proyectos se analizan y pasan por un comité de evaluación y una fase de preselección. En la parte final, para que cuenten con luz verde necesitan ser aprobados por su director general. En este trayecto, la FWM busca que no se le identifique como un ente de filantropía, sino como un promotor de la responsabilidad compartida para alcanzar la transformación de las comunidades.

“Lo que queremos es darles las herramientas para que salgan adelante por medio de su trabajo. Aquí no hay dádivas, y por lo tanto no queremos que las comunidades necesiten de nuestros apoyos para siempre”, puntualiza Ortiz Solís.

Por su parte, Jeanette Arriola, una activa impulsora de programas de desarrollo social, considera que este tipo de transformaciones además llevan a un cambio de actitud entre los pobladores y ciudadanos, que dejan de depender de los cortos periodos de gestión municipales.

“El punto es empoderar a la comunidad, que tenga las herramientas para gestionar su desarrollo con el municipio y frente a otras entidades”, concluye.

María Luisa Aguilar G

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