Expediente Abierto
► Ecoturismo ♦ Opinión

El ecoturismo en México ya no es una simple tendencia, sino un pilar fundamental de desarrollo económico y social, especialmente en comunidades rurales y áreas con alto valor natural.
Este segmento turístico, que privilegia la conservación del medioambiente y el bienestar de las poblaciones locales, no solo atrae a un número creciente de viajeros conscientes, sino que también ofrece una oportunidad invaluable para la diversificación económica y la revalorización del patrimonio natural y cultural del país. De hecho, en 2022, la llegada a México de turistas internacionales interesados en actividades de aventura y ecoturismo aumentó un 15 por ciento respecto al año anterior, según datos del Consejo de Promoción Turística de México, consolidando al país como un destino líder en este sector.
Según registros del Sustainable Travel Report de Booking.com, el 87 por ciento de los viajeros a nivel mundial desean hacerlo a través de un turismo sostenible, con bajo impacto medioambiental sobre las comunidades que visitan y sobre el planeta en general. Asimismo, de acuerdo con estimaciones de Allied Market Research, el tamaño del mercado del ecoturismo se encontraba alrededor de 181 mil millones de dólares (mmdd) en 2019 y se espera que alcance los 333 mmdd para 2027.
Por ejemplo, en la Ciudad de México, el Fondo Nacional de Fomento al Turismo identificó más de 20 atractivos en los 12 pueblos de Milpa Alta, susceptibles de ser aprovechados para mejorar la calidad de vida de sus pobladores con proyectos turísticos sostenibles y con respeto a sus comunidades originarias e indígenas residentes.
Sin embargo, para que el ecoturismo alcance su máximo potencial y se convierta en un verdadero motor de desarrollo local, es indispensable abordar la brecha en infraestructura. A menudo, las joyas ecoturísticas de México se encuentran en zonas remotas, donde el acceso y los servicios básicos son limitados. La infraestructura necesaria para un ecoturismo responsable va más allá de caminos pavimentados; implica una visión integral que respete el entorno natural y beneficie a las comunidades.
Por lo anterior, los destinos deben incluir vías de acceso y conectividad, con carreteras en buen estado que permitan el acceso seguro a los destinos, sin impactar negativamente los ecosistemas; servicios básicos sostenibles como el abastecimiento de agua potable, manejo adecuado de residuos, sistemas de energía renovable y tratamiento de aguas residuales.
Además, debe haber alojamientos y servicios turísticos ecorresponsables, como cabañas, campamentos o pequeños hoteles que utilicen materiales locales, diseños bioclimáticos, sistemas de ahorro de agua y energía, y que involucren activamente a la comunidad en su operación; señalización e interpretación ambiental, con senderos bien delimitados, miradores seguros y señalética clara que eduque a los visitantes sobre la flora, fauna y cultura local, fomentando un comportamiento respetuoso con el entorno.
También, financiamiento verde para la movilización de capital financiero destinado específicamente a proyectos y actividades que generan beneficios ambientales y climáticos, y educación, capacitación y empoderamiento comunitario, con formación de guías locales, promotores turísticos y prestadores de servicios, asegurando que las comunidades sean las principales beneficiarias del desarrollo ecoturístico y guardianas de sus recursos.
Por último, no debemos olvidar que los ayuntamientos y gobiernos estatales juegan un papel crucial en este escenario. Son los primeros respondientes ante las necesidades de sus comunidades y tienen la facultad de impulsar políticas públicas que favorezcan el ecoturismo.
*Especialista en Comunicación Estratégica, Directora y fundadora de Typ Media. Correo: [email protected]. Sitio web: https://typmedia.agency/.