Desde la Urna

En 17 meses terminará el gobierno del Presidente López Obrador. Por lo pronto, la política se concentrará en las campañas electorales para las gubernaturas del Estado de México y Coahuila, con encuestas que presagian resultados cerrados. Lo único cierto es que, después del 4 de junio, se abrirá la lucha interna en el gabinete presidencial entre quienes buscan el favor del gran elector para obtener la candidatura de Morena para 2024. Mientras, la oposición buscará construir acuerdos, evaluar resultados y tratar de posicionar a uno o dos candidatos.

El segundo semestre de este año será distinto a los quintos años de los gobiernos pasados. El Presidente llegará con un buen prestigio para su persona, pero no parece que podrá presumir a sus anchas los resultados de su gobierno. Ni el Tren Maya ni la Refinería Dos Bocas estarán trabajando como se prometió, tampoco el nuevo aeropuerto habrá alcanzado a resolver los problemas de congestionamiento persistente en el Benito Juárez. Además, el estilo de gobierno a través de las “mañaneras” muestra síntomas de agotamiento por la falta de credibilidad en los mensajes. El discurso se apoltronó de tal forma que, a nadie sorprenden las críticas infundadas, superficiales y descontextualizadas a quienes esgrimen argumentos contra la eficiencia de este gobierno ni las recurrentes mentiras al tratar de explicar los conflictos que se han multiplicado en estos meses. Irremediablemente, el discurso se desgastó y deterioró después de cuatro años y medio.

Después de las elecciones estatales, el Presidente enfrentará la gran paradoja sexenal: por un lado, tendrá todo el poder y respeto de sus allegados, que ha logrado concentrar para incidir en quién será su sucesor, y los aspirantes atenderán cualquier instrucción para fortalecer su posicionamiento; por otro lado, tanto al interior de Morena como entre sus gobernadores las preferencias por los distintos candidatos empezarán a mostrar las divisiones políticas, más allá de lo que le gustaría al Presidente. Cuando los aspirantes luchen por posicionarse ante las encuestas, tendrán que ofrecer alternativas de solución a los problemas que no logró resolver esta administración: el acceso universal a la salud, la autosuficiencia energética, un modelo educativo con miras al futuro y, sobre todo, la persistencia de la inseguridad extendida en todo el país.

Así como el Presidente adelantó el debate sobre la sucesión presidencial, también se precipitarán las críticas a su mandato, envueltas en un discurso de continuidad, pero con los asegunes y precisiones que cada aspirante esgrimirá para diferenciarse de sus contrincantes y del propio Presidente; mientras tanto, la cotidianidad de la política tampoco parece favorecerle mucho. En pocas semanas se acumularon noticias como la suspensión del buscado “Plan B” para la reforma electoral o la reapertura del debate sobre la constitucionalidad del mando militar sobre la Guardia Nacional, en una Suprema Corte cuya presidenta supo hacer valer su autonomía desde el principio. El hecho es que la incertidumbre sobre los proyectos presidenciales continúa y siguen sin notarse en los números del Inegi los avances esperados de los programas sociales a nivel nacional.

Con todo, al menos hasta que conozcamos el nombre de quien postulará Morena como su candidatura para la Presidencia de la República, el Presidente López Obrador tendrá todo para incidir en el presupuesto del año entrante y tratará de utilizar su posición para incidir en la elección. Como todo presidente aspirará a que el siguiente gobierno mantenga lo fundamental de su política, pero mientras la llamada Cuarta Transformación no se concrete en verdaderos cambios visibles y reconocidos por todos los mexicanos, el discurso y las promesas darán paso a nuevos proyectos, como pasa cada seis años.

Profesor Investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Twitter: @ArturoSanchezG Facebook: Arturo Sánchez Gutiérrez (figura pública)