Expediente Abierto

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La pandemia de Covid-19 trajo consigo un debate más amplio sobre cómo mejorar las condiciones de salud de las personas y, en ello, los gobiernos municipales deben desempeñar un papel mucho más activo para diseñar e implementar acciones encaminadas a hacer de las ciudades lugares más saludables.

Si bien en México la política sanitaria es responsabilidad principalmente de los gobiernos federal y estatales, la cercanía de los municipios al territorio y la población sugiere que estos están bien posicionados para implementar acciones que contribuyan en alcanzar resultados concretos en esta materia. Veamos algunos ejemplos.

Primero, el acceso al agua limpia en la vivienda es un determinante importante de salud, pues puede influir directamente en la probabilidad de contraer enfermedades infecciosas, como la diarrea, tifoidea o cólera. Por ello, los municipios deben contribuir decididamente a reducir las carencias existentes de acceso a servicios de agua continuos y de calidad, para lo cual pueden explorar mecanismos como las asociaciones público-privadas para proveer la infraestructura necesaria.

Segundo, la contaminación del aire asociada a emisiones contaminantes que resultan del uso de vehículos de combustión interna afecta considerablemente la salud en las ciudades, por ejemplo, mediante la emisión de partículas suspendidas PM2.5 y PM10, las cuales se respiran fácilmente e incrementan la probabilidad de contraer enfermedades respiratorias y cardiovasculares, entre otras. En ese sentido, los municipios pueden desincentivar el uso indiscriminado de vehículos motorizados para reducir las emisiones, por ejemplo, impulsando la movilidad no motorizada con mucha mayor decisión, incluyendo la construcción de infraestructura segura y de alta calidad, como ciclovías, aceras, cruces peatonales seguros, etcétera.

Tercero, según el Gobierno Federal, en México, 70 por ciento de la población padece sobrepeso y casi una tercera parte sufre de obesidad, lo cual no solo está relacionado con hábitos alimenticios, sino también con la inactividad física que tiende a presentarse cada vez más en el país. En ese contexto, el diseño y la calidad del entorno urbano pueden influir en el tiempo de actividad física que realizan las personas, de manera que ciudades más caminables, seguras, cómodas y agradables –y que cuentan con una excelente oferta de espacios públicos– invitan a las personas a realizar más actividades físicas al exterior, algo en lo cual los municipios en México pueden y deben incidir de manera directa.

Cuarto, en relación con lo anterior, existen muchas áreas de oportunidad en las que los municipios pueden trabajar para promover la actividad física en el espacio público. En muchas ciudades del mundo, por ejemplo, existen programas conocidos como Calles Abiertas, que buscan transformar temporalmente –por ejemplo, los domingos en la mañana– algunas vialidades en espacios libres de automóviles para que las personas puedan caminar, patinar, andar en bicicleta, hacer ejercicio, jugar o pasear. Además de crear un nuevo espacio público temporal y fomentar la activación física, estos programas pueden motivar a las personas a repensar la manera en que actualmente se usan las vialidades, lo que puede ayudar a entender las necesidades de quienes todos los días se desplazan a pie o en bicicleta, o quienes requieren o desean usar una banqueta o calle para jugar y pasear.

La pregunta es: ¿existirá la voluntad y capacidad para hacerlo?

*Maestro en Planeación Urbana por la Universidad de Harvard y arquitecto por el Tecnológico de Monterrey. Es especialista en planeación y desarrollo urbano, transporte y movilidad, y gestión municipal. Actualmente, es consultor en planeación, diseño y gestión de las ciudades.