Una gestión a la medida de la comunidad.

por | Jul 1, 2012 | Julio 2012, Tips de Gestión | 0 Comentarios

PlaticandoPara el caso mexicano, como otros, el municipio es la unidad subnacional territorial y por ende nuclear de la fundación social del Estado. Es también una entidad administrativa que se vuelve bisagra territorial del estatismo; sin embargo, más allá de la noción práctica, política y quizá todavía no descrito —muy dentro de la municipalidad—, subyace la urdimbre social de un tejido débilmente planteado por el “caserío y la ranchería”. En estos sitios, los lugareños de la “comuna” —como lo llaman algunos latinoamericanos— intentan pujantemente salir a la luz municipal de la responsabilidad del Estado.

La localidad en ese espacio geográfico parece tener forma y frontera, tiene habitantes acostumbrados a la supervivencia y a las economías nano; ese lugar se escapa del estado social, a veces evasor de las políticas públicas y sólo adquiere importancia cuando se vienen los procesos electorales cada tres o seis años. Ese ciudadano tiene la vida condicionada por los azares del destino político y, cuando llegamos a esos habitantes anónimos —salvo también para los excepcionales casos de cobertura de los programas Progresa-Oportunidades, Seguro Popular o del Instituto Federal Electoral (IFE)— descubrimos el inmisericorde hierático Estado imponiendo su letrismo a cambio de seres humanos que no tienen más que sus limitadas manos para inventar su cotidianeidad.

Vemos un México vulnerable, sin recursos ni gestiones, y tan lejano de los gobiernos locales, distante del federalismo centralista que analiza Victoria Rodríguez (1997).

Así es nuestra localidad, lo mismo en la Sierra de Oaxaca de Juárez que en la Tarahumara; que en la Sierra de Guanajuato, en la Comanja, en la Gorda, en las riberas de Yuriria, Solís o Purísima, allende tantas otras y más de 7 mil localidades que integran la entidad étnica, industrial, manufacturera, agrícola y ganadera del estado de Guanajuato.

BUEN EJERCICIO

Este artículo refiere dos puntos centrales para ver a la comunidad:

1. Mecanismos institucionales visualizados en las relaciones intergubernamentales (Rig) para ejecutar un proyecto.

2. El método para aproximarse a los habitantes de la localidad y apoyarlos de acuerdo con sus características sociales, con sus patrones de vida, hábitos, costumbres, e incluso, a sus propias percepciones de los programas sociales, de la política pública y gubernamental; en una palabra de su “constructo social”.

Las administraciones públicas, en su imaginario gubernamental, deconstruyen realidades de atención localista que no siempre tienen entrada a la comprensión ideológica de los habitantes locales, agrietándose las herramientas y gestiones.

Para dar cuenta de esto —entre otros aspectos— el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), a través del departamento de gestión pública de la Universidad de Guanajuato, dio seguimiento al programa asistencialista Red Móvil, con recursos del Ramo XX, incidentemente municipalista y comunitario marginal, implementando un ejercicio de capacitación dirigido a habitantes de localidades en 44 municipios —de 46 del estado—. Los componentes del taller se establecieron de acuerdo con las bases de motivación, estima, liderazgo y comercialización de productos locales. La meta fue de 200 personas y 100 grupos sociales (con datos del DIF).

LAS RIG Y LA COBERTURA

La gestión, en cualquiera de sus variantes, tiene que ver con formas y funciones que también permiten acercarse a aquel que tiene la voluntad gestiva, y ésta tiene responsabilidades para el intercambio de bienes sociales. Un estado moderno, democrático y vigilante es responsable de los bienes sociales a los cuales todos tenemos derecho y acceso, lo que hace que también los ciudadanos sean corresponsables de la fórmula estatista, bastante inmadura por cierto.

Las preguntas iniciales de gestión comunitaria en los talleres son: ¿Cómo hacemos para mejorar nuestra imagen social y generar opciones y soluciones ante problemas comunitarios?, ¿cómo hacemos para creer en nuestra gestión y crear oportunidades de desarrollo local?, ¿cómo mejoramos nuestra productividad y negociación para canalizar productos en mercados menos estrechos, más allá de la localidad?, ¿qué talentos tenemos y cómo los capitalizamos? y ¿qué podemos hacer con lo que tenemos?.

Seguimos considerando que la cobertura revelada en cifras está por encima de los seres humanos. Las políticas siguen favoreciendo sólo cifras, y las Rig prevalecen únicamente para mantener el statu quo.

Para mejores resultados, las Rig suponen, con madurez, la coordinación (Rowland, 1999) entre gobiernos y organismos dirigidos a targets definidos, para que ello robustezca transversalmente los lazos de gestión en las localidades marginadas; ello sería eventualmente la racionalidad esperada, lo que no siempre es, por el contrario la evasión responsable de la administración llevada a realidades de gestión diferenciada, en este caso para la Universidad de Guanajuato y el DIF.

Cuando se puso en marcha el proyecto, previamente diseñado, planificado y validado por el DIF, se vieron algunos temas, si bien sabidos en la vastedad comunitaria, que permitieron redireccionar y repensar estrategias para mejorar los resultados entre las Rig y los mecanismos de aproximación, muy sencillo:

• Colegiar entre líderes los puntos de calidad.

• Elaborar consistentemente un plan taylorista y ganttiano que incluya alcances y administración de riesgos.

• Establecer lineamientos de entrega de resultados: cuantificados y cualificados conforme a población objetivo.

• Transversalizar los procesos administrativos que ofrezcan nitidez en la gestión.

• Repensar las claves de éxito y fracaso entre las autoridades del programa ejecutivo.

• Humanizar y socializar los mecanismos de atención.

Daniel Lanuza Rodé

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