Desde la Urna

La carrera presidencial para 2024 está en marcha y la vida política entra en una fase de nuevas tensiones y batallas que involucran a todos los actores. Vale la pena cuestionarnos qué puede esperarse en la política para los próximos 2 años y un mes, cuando el 1 de octubre de 2024, el Presidente López Obrador entregue la banda presidencial a quien lo suceda. Ofrezco los siguientes puntos:

1. El Presidente mantendrá la consistencia de su discurso: el país va bien, la transformación ya se logró, se acabó la corrupción y lo que esté mal es culpa del pasado neoliberal y de Felipe Calderón. Se inaugurarán las megaobras (como estén), y en su visión, los mexicanos seguiremos divididos entre el pueblo bueno que lo apoya y los conservadores que aspiran a mantener sus privilegios. Por consiguiente, la crítica seguirá siendo cuestionada y desde las “mañaneras” acompañará, en el filo de la ley, a los procesos electorales y su partido. No hay indicios de cambio en esta actitud.

2. Independientemente de los tiempos legales, el país ya está inmerso en un ambiente electoral en el que Morena inició con anticipación el proceso para designar candidatos para las gubernaturas del Estado de México y Coahuila, y los aspirantes a la Presidencia están en un activismo de campaña adelantada que el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral tratarán de frenar, en una larga cadena de eventos, denuncias, medidas cautelares, resoluciones y sentencias.

3. Morena insistirá en promover la agenda legislativa del Presidente, en especial la reforma electoral. Si no es posible el cambio constitucional, se buscarán cambios legales, como el realizado contra el Instituto Electoral de la Ciudad de México, sin la participación de la oposición. Seguirán otras entidades y posibles cambios a la Ley General, bajo la búsqueda de la austeridad, por encima de la democracia y la calidad de los procesos electorales.

4. La oposición buscará resolver tres problemas: la unidad al interior de los partidos, el fortalecimiento de una alianza sólida con miras a 2024, y la identificación de un candidato competitivo. El tiempo avanza en su contra y, por lo pronto, tendrán que defender las condiciones legales de la competencia partidista tanto a nivel local como federal, además de buscar acercarse a la sociedad que intentan representar.

5. La sociedad civil crecerá en su organización y en la búsqueda de reconquistar los espacios perdidos en los últimos años. El tema electoral será un fuerte detonador y su reto radica en lograr una relación sana con los partidos para que incorporen las voces ciudadanas. Se sumarán protestas, como la de la comunidad Judía o de la Iglesia Católica, en la búsqueda de un nuevo tipo de diálogo que hasta la fecha no parece florecer.

6. Por su parte, el INE volverá a luchar por su presupuesto, al tiempo que cuatro de los integrantes de su Consejo General deberán ser sustituidos para abril de 2023, incluido Lorenzo Córdova. Además, no sería extraño que se generen más cambios en la estructura operativa del INE, sin tomar en cuenta los efectos organizativos de posibles reformas legales.

En este contexto, el reto de todos será salvaguardar la democracia y fomentar prácticas de diálogo y construcción de consensos. Cada vez es más urgente entender que la batalla electoral partidista puede convivir con la construcción de acuerdos incluyentes y políticas públicas generadas por consenso. Es hora de retomar la reconciliación como estrategia.

Profesor Investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Twitter: @ArturoSanchezG Facebook: Arturo Sánchez Gutiérrez (figura pública)