Desde la Urna

A finales de este mes, se cumplirán dos años de que Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de México. Seguramente, tendremos un informe más de las acciones emprendidas y oiremos, otra vez, que “vamos bien”, que se ha combatido a la corrupción y que México ya se transformó. Con todo, el Presidente ha reconocido que la inseguridad sigue siendo una asignatura pendiente, que no tenemos la mejor situación económica y que el sistema de salud tendría que mejorar. Nada que no supiéramos.

Lo cierto es que, después del primer tercio del sexenio, se antoja un golpe de timón en la actitud presidencial, especialmente ante los medios de comunicación y los críticos del gobierno, para abrir espacio a una reconciliación que permita la construcción de políticas más incluyentes, basadas en un análisis de la realidad y no solo en lo que alcanza a ver el Presidente desde Palacio Nacional. Difícilmente eso ocurrirá, por el simple hecho de que el mandatario piensa que, primero, debe ganar las elecciones del año que entra para corroborar que cuenta con el apoyo del “pueblo bueno” y así continuar su proyecto. Y si Morena no ganara las elecciones, el Presidente mantendrá su discurso de que, en 2018, él obtuvo 30 millones de votos.

Al momento de escribir estas líneas, aún no se conoce quién dirigirá Morena. Sin embargo, la lucha protagonizada entre Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado dejó ver las serias dificultades que enfrenta el partido. La competencia exhibió la falta de un proyecto claro, la confusión que existe entre la urgencia de fortalecer al partido como una institución política y la obediencia ciega que se busca brindar al Presidente. De hecho, la vida interna de Morena está debilitada, al grado de que, hasta mediados de octubre, no había una dirección estatutariamente definida en más de la mitad de las entidades, según reportó Reforma el 11 de octubre.

Pero más allá de las dificultades de su partido, el Presidente cuenta con el apoyo suficiente para aprobar este mes el Paquete Económico del año entrante y definir políticas de su interés, como la desaparición de los fideicomisos. Además, durante el mes pasado, López Obrador mantuvo su popularidad por encima del 50 por ciento, sin haber cambiado en un solo ápice proyectos como el Tren Maya, la Refinería Dos Bocas y el Aeropuerto de Santa Lucía.

En este contexto, noviembre traerá noticias importantes que intensificarán la vida electoral. Durante la primera semana, sabremos quién habrá ganado las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Una derrota de Trump no solo modificaría algunos aspectos de nuestra relación con el vecino del norte, sino que, además, sería una medición sobre los efectos electorales de un estilo presidencial confrontador y de polarización, similar al del presidente mexicano. Por otra parte, conoceremos el efecto presupuestario del Covid-19 en la economía y si se puede esperar algún cambio en la política presidencial. No parece ser el caso.

López Obrador llegará al final de su segundo año de gobierno con malos números en la economía, en la inseguridad y en la salud. Si bien se habrá acabado la rifa del avión presidencial, el nuevo juguete serán las celebraciones de los 700 años de la fundación de la Gran Tenochtitlan y los 200 años de la consumación de la Independencia de México. Pero la incertidumbre en aspectos fundamentales se mantendrá. El gobierno no cuenta con los recursos de hace dos años y el Presidente enfrenta el reto de mantener la mayoría en la Cámara de Diputados para continuar su proyecto y es evidente que a él no le gusta perder. Iniciaremos el tercer año de gobierno con incertidumbre, una vez más.

El autor es Decano Asociado de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe.

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