Desde la Urna

Un mes después de las elecciones en seis estados, los actores políticos focalizan sus estrategias en las elecciones de 2023 y en la presidencial de 2024. Los retos están a la vista: Morena está empoderado después de sus cuatro triunfos y el PRI nunca había estado en una situación tan difícil. Por eso las elecciones en el Estado de México y Coahuila serán un sólido trampolín para “la grande”. Pero como quiera que se vea, Morena mostró en los estados su capacidad de convocatoria y es el partido más importante, territorial y electoralmente. No estamos ante una hegemonía partidista, como la que prevaleció con el PRI en buena parte del siglo XX, pero los resultados nos recuerdan al México previo al año 2000, cuando la competencia partidista ya era una realidad, pero el PRI mantenía sus mayorías. Después de las elecciones del mes pasado, la pregunta es si los resultados de los gobiernos morenistas les permitirán consolidarse como una fuerza hegemónica o si prevalecerán las alternancias en los estados. Hasta ahora, ningún gobernador morenista ha sido puesto a prueba ante el electorado. Eso ocurrirá en 2024.

Hacia 2024, Morena lleva una ventaja incuestionable. El Presidente posicionó a sus precandidatos y ellos no pierden oportunidad para promocionarse, en espera de la anunciada encuesta que organizará el partido para definir quién será “el bueno” para “la grande”. Este proceso sí nos recuerda a los años del viejo PRI, donde se asumía que “el candidato” sería definido por el Presidente, solo que esta vez la decisión pasará por una encuesta al estilo de Morena. Por su parte, a dos años de la elección presidencial, la oposición se percibe todavía muy desdibujada.

Por principio, la oposición enfrenta grandes dificultades para asimilar y definir los retos que le toca enfrentar. Finalmente, las elecciones de junio pusieron en tela de juicio la viabilidad de la coalición Va por México. Más allá de los triunfos en Aguascalientes y Durango, al mirar hacia el Estado de México o Coahuila, hoy no parece muy claro cómo incorporar al PRI con el PRD y el PAN en una fórmula ganadora. Por lo pronto, Movimiento Ciudadano ha establecido una clara distancia en su estrategia con la alianza opositora y no se ven nombres o líderes que tengan un mínimo arraigo para construir una candidatura sólida. La confusión parece reinar en las estrategias y definiciones para los próximos años.

Con todo, existen puntos de acuerdo que llaman la atención. La declaración de una moratoria en el Congreso para frenar cualquier reforma constitucional que se proponga, ciertamente unifica a la oposición en temas que le interesan. En esa batalla, PRI, PAN y PRD cuentan con los votos necesarios, resultado de las elecciones para la Cámara de Diputados del año pasado. Sin embargo, la oposición no ha construido aún un discurso alternativo que responda a la narrativa presidencial. Ése es quizá el reto mayor ante el que tampoco se ven acciones y proyectos. Se extrañan las épocas en las que los partidos generaban un debate abierto con universidades, académicos, especialistas, técnicos y abogados para construir alternativas, fortalecer sus ideologías y construir un discurso creíble.

El discurso de la Cuarta Transformación es muy criticable desde cualquier punto de vista. No tiene una sustancia que se exprese en resultados concretos de gobierno y de cambios trascendentales para todo el país. Sin embargo, el discurso tiene un lema, “Primero los pobres”, y una meta, “Acabar con la corrupción”. Esos contenidos, posicionados y repetidos día tras día, han sido suficientes para construir mayorías electorales, más allá de los resultados que ha ofrecido este gobierno. Para la oposición, las elecciones del mes pasado proyectan confusión y falta de claridad sobre el camino a seguir. El tiempo se agota y en septiembre de 2023 iniciará el proceso electoral presidencial.

Profesor Investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Twitter: @ArturoSanchezG Facebook: Arturo Sánchez Gutiérrez (figura pública)