Desde la Urna

Si algo quedó claro durante septiembre, es que Morena y sus satélites ejercerán el poder verticalmente sin incorporar ningún punto de vista de la oposición. En la Cámara de Diputados tienen los votos necesarios y en el Senado ocurrirá lo mismo, gracias a que algunos legisladores faltaron a su palabra o cedieron ante presiones y amenazas, o lo que habría sido peor, habrían aceptado dádivas y perdones para cambiar el sentido de su voto. El hecho es que los electores que les dieron su triunfo no podrán creer en su honorabilidad ni en sus propuestas, puesto que, en cualquier momento, podrían cambiar su posición sobre una u otra iniciativa de ley.

A 15 días de que esta edición empiece a circular, es difícil imaginar el discurso de toma de posesión de Sheinbaum, pero las señales hasta ahora no apuntan a un cambio de estilo y más bien pareciera que tendremos más de lo mismo. Ante una sociedad rota, polarizada, en la que el minoritario 42 por ciento que no votó por Sheinbaum perdió toda incidencia institucional, ¿qué se puede esperar? Seguramente estarán en puerta otras reformas, las leyes serán aprobadas tal como las mande la Presidenta y el oficialismo hará valer su legítima mayoría. Con todo, en la búsqueda del optimismo perdido, en medio de las fiestas patrias, durante octubre podríamos observar algunos posibles cambios que se deriven de hechos y decisiones políticas novedosas, más que del contenido del discurso.

Después de la experiencia del gobierno que termina y seis años de “mañaneras”, la palabra presidencial ha perdido credibilidad entre muchos sectores, por lo que conviene atender a los hechos y no a los dichos, como en los viejos tiempos del partido hegemónico. Durante septiembre, Sheinbaum perdió la oportunidad de avanzar en la construcción de un estilo propio y asomar visos de cambios que abrieran espacios de diálogo, o al menos de un simple intercambio con la oposición y los grupos que hoy se denominan como “adversarios”. Igual el cambio ocurre a partir de la toma de posesión. Después de todo, no es factible que una mujer de Estado se sienta orgullosa de la forma cómo se aprobó la reforma al Poder Judicial. Ciertamente, el triunfo democrático de la mayoría se impuso, pero las prácticas, procedimientos y el diálogo democrático estuvieron ausentes y fueron sustituidos por la cerrazón autocrática. ¿Gobernará así Sheinbaum?

López Obrador ha reiterado que se retirará tranquilo al finalizar su mandato. Es otro dicho de muchos que habrá que ver para creer. Después de todo, buena parte del equipo de la mandataria debe su fuerza al presidente saliente, lo mismo que los integrantes de las dos cámaras del Poder Legislativo y la mayoría de los gobernadores morenistas. Más allá del carácter autocrático del gobierno, ¿es posible que el nuevo Poder Ejecutivo se ejerza con independencia?, o prevalecerán los lineamientos y prácticas del líder y creador del “movimiento”. Las señales no son claras, aunque el hijo del presidente saliente se apresta para ocupar la Secretaría de Organización de Morena y hay quienes desde ahora lo destapan para el 2030.

Sheinbaum es una persona inteligente y mucho más reflexiva que su antecesor, una parte de su gabinete así lo muestra. Ciertamente podría ser más radical y su biografía política así lo deja ver, sin embargo, no parece una persona que se guíe por caprichos, venganzas y ocurrencias, como ocurrió en el sexenio que termina. Sheinbaum necesita construir su propio poder y autonomía, o la primera mujer presidenta de México mostrará sumisión y reverencia al líder. Su alternativa será gobernar con su mayoría, pero democráticamente, con apertura, capacidad de escucha y receptiva a la crítica. ¿Es mucho pedir? Después de todo, ya tiene los votos que necesita. De no ser así, estaríamos ya en la dictadura de la mayoría que temía Alexis de Tocqueville en La democracia en América.

Profesor Investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey.
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