Expediente Abierto

►Reactivación Económica ♦ Opinión

Hacia finales de 2019, el mundo parecía transitar por un cauce de la normalidad determinista al cual estábamos acostumbrados, de la guerra comercial entre Estados Unidos y China o de otros temas coyunturales propios de los vaivenes económicos mundiales.

Muchos auguraban llegar a 2020 como un año de realizaciones, total, Donald Trump, aquel presidente cuyas declaraciones hacían temblar al mundo, ya estaba quedando en el olvido. Sin embargo, a comienzos de noviembre de 2019, corrían los rumores de que algo catastrófico estaba por ocurrir, y de pronto, los primeros brotes en la provincia Wuhan, China, de un virus totalmente desconocido empezaron a prender los focos rojos de una alarma que iba más allá de un problema local a uno mundial.

El coronavirus tomó a todos por sorpresa. Las instituciones gubernamentales, no estaban preparadas para tomar decisiones en escenarios de incertidumbre, algunos países cerraron sus fronteras, otros apostaron a un contagio masivo; incluso, los toques de queda y aislamiento social para evitar la expansión fueron parte de la estrategia, sin embargo, los efectos de las medidas tanto en el orden económico, social y psicológico fueron mayores, el estrés postraumático afectó a toda la población.

Si bien se han logrado crear vacunas para hacer frente al Covid-19, las variantes que ha tomado el virus han hecho imposible presagiar lo que va a ocurrir en corto, mediano o largo plazo, y es aquí donde los métodos futuristas, como la proyección, perspectiva y prospectiva, resultan inútiles para prever el futuro inmediato de lo que va a pasar.

A nivel internacional, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se convirtió en el proveedor oficial de información sobre Covid-19, y los gobiernos del mundo estaban ávidos de información de cómo enfrentar la pandemia. La mayoría de los gobiernos enfrentó una clara discusión sobre cómo manejar el aislamiento social y otras medidas para aminorar la propagación, incluso, hubo la necesidad de dar el salto tecnológico al cual algunas generaciones se resistían. Es importante destacar que la pandemia aceleró la transición tecnológica digital que se esperaba para los años venideros.

En el plano gubernamental, tanto en el ámbito público como privado, se encontraron en la disyuntiva de cómo abordar el problema bajo tres matices: ¿Cómo abordamos la crisis sanitaria? ¿Cómo abordamos la crisis económica? ¿Cómo mantenemos en funcionamiento el gobierno?

Tres interrogantes que tenían que tratarse bajo tres ejes: el sanitario, el económico y la gobernanza. Todos estaban entrelazados, aunque el primero era determinante, pues había que aplanar la curva de contagios, ampliar la capacidad del sistema sanitario, hacer pruebas y llevar un seguimiento, y tener insumos para los enfermos (respiradores, mascarillas).

En cuanto a lo económico, se basaba en proporcionar apoyo financiero de emergencia a particulares y empresas, ordenar medidas fiscales que aminoraran la carga de responsabilidad tributaria de las empresas, y el aumento de los apoyos asistencialistas, especialmente a los más marginados.

Respecto a la gobernanza, el asunto no era nada fácil en la medida que el gobierno se enfrentaba a niveles de amenaza popular, que exige más vacunas, así como de los distintos partidos opositores que cuestionan la capacidad de respuesta del gobierno ante la pandemia, por lo que era necesario acelerar el gobierno digital, ampliar los plazos de impuestos y liberar fondos de recuperación, entre otros.

Creo que la pandemia nos ha llevado a un replanteamiento de nuestras políticas públicas, aunque ello es una lección que estamos aprendiendo.

*Catedrático de Posgrado de la Universidad Autónoma de Querétaro.