Expediente Abierto

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Mientras las ciudades en el mundo comienzan a abrir espacios, adaptándose a protocolos que están cada vez más instaurados en los hábitos de la gente, muchos nos preguntamos qué tanto aprendimos de todo lo que vivimos en México.

La pandemia nos dejó claras las carencias en las ciudades y puso en duda lo que son y lo que hemos hecho como humanidad para adaptarlas a nuestra vida, pero también resaltó el valor y potencial de la calle, la plaza o el parque: el nunca tan deseado y tan prohibido a la vez, espacio público. Considero que el componente más importante del reto que tenemos de transformación es que, de forma colectiva, reimaginemos lo que es el espacio público.

Tenemos que poner mucha atención en las calles. Éstas comprenden cerca de 70 por ciento del espacio público y pasamos la mayor parte de nuestro tiempo fuera de la casa, oficina o escuela. A finales de 2019, a unas semanas de que se diera a conocer la noticia del primer caso de Covid-19 en Wuhan, China, el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP, por sus siglas en inglés) daba a conocer su estudio Externalidades negativas del uso del transporte terrestre en las principales 20 ciudades de México. Las estadísticas son alarmantes. Se estima que al año mueren más de 25 mil personas de forma prematura por las emisiones de los vehículos motorizados; más de 21 mil pierden la vida en siniestros viales y salen lesionados más de 100 mil. Asimismo, reportan que cada habitante pierde, en promedio, 100 horas en traslados.

Antes de que la pandemia nos alcanzara ya vivíamos una crisis de salud importante. Un problema basado, principalmente, en la relación que hay entre cómo hemos gestionado el territorio urbano y cómo hemos invertido los recursos públicos en las últimas décadas. El espacio y los recursos existen, pero no han sido gestionados de la mejor manera en las últimas décadas.

Según datos del estudio Invertir para Movernos, también del ITDP, en las ciudades mexicanas se destinan entre 70 y 80 por ciento de recursos federales en infraestructura vial y en pavimentación al año. No podemos esperar que los problemas que vivimos diariamente se resuelvan inyectándole más recursos a lo que los origina. Ha faltado una perspectiva de sustentabilidad, de justicia social y, sobre todo, de salud pública.

Entonces, ¿qué rol debe tener el espacio público para mejorar la salud de las personas? Los barrios, el espacio y equipamiento público al que tenemos acceso son fundamentales en nuestra salud y bienestar. Imaginemos cómo todas las calles pueden ser espacios de encuentro para reforzar los lazos interpersonales, con los vecinos de la casa o el trabajo, y las plazas espacios que permitan la estabilidad económica de personas que venden comida, artesanías y arte. Imaginemos cómo logramos reducir el estrés de todas las personas a través de la conectividad en las ciudades.

El espacio público siempre estará en constante negociación y es clave ser consistentes y trabajar en equipo para lograr la transformación hacia la más alta calidad y nivel de inclusión que podamos lograr. Es urgente mejorar la forma en que gestionamos el espacio público para acelerar la construcción de una ciudad mejor balanceada, que les otorgue a las futuras generaciones un lugar sano para vivir, y que esté preparada para la siguiente crisis.

*Director del Instituto Municipal de Planeación y Gestión Urbana del Municipio de San Pedro Garza García. Arquitecto por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), y maestro en Planeación de Ciudades por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).