Expediente Abierto
► Espacios Públicos ♦ Opinión
Hace no mucho, en una librería de viejo encontré una Guía Roji, un conjunto de mapas que, antes de la era digital, era utilizado por muchas personas para ubicarse, principalmente en las ciudades. Hoy dejó de tener sentido.
A la salida de una estación del Sistema de Transporte Colectivo Metro, unos jóvenes abren su teléfono móvil y activan el servicio de Google Maps que los lleva al punto que quieren; hoy, los operarios de los servicios de movilidad utilizan varias aplicaciones que les facilitan la conducción en las grandes ciudades.
En el ejercicio del derecho al espacio público, del que todos gozamos, la conectividad —entiéndase ésta como la capacidad que tiene un dispositivo para conectarse con otros de manera inmediata y sin restricciones— se ha vuelto indispensable y casi un derecho que deben garantizar los gobiernos.
No hay una medición exacta para saber cuánto tiempo pasa una persona en el espacio público, pero podemos asomarnos un poco. Por ejemplo, de acuerdo con datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en promedio, durante un año, una persona pasa 5% del tiempo en el transporte público, es decir, vive 432 horas en algún un sistema de transporte, ¿qué hace la persona mientras tanto?
A diferentes horas del día, he observado que, en el Metro, de cada 10 usuarios, en promedio, siete observan su teléfono móvil. El uso de estos, especialmente, es constante porque son una herramienta para andar en el espacio público.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2021 había 91.7 millones de usuarios de telefonía celular, y 88.6 millones de usuarios de Internet en México, de los cuales, 89.2% lo usaba diario; donde más se usa es en las zonas urbanas, con 81.6%, mientras que en las zonas rurales es de solo 56.5%; del total de usuarios de Internet, 96.8% se conecta a través de un smartphone, y 3.6% lo utiliza fuera de su hogar.
La Ciudad de México, a diferencia del resto del país, cuenta con el mayor número de puntos de conexión de wifi público. De acuerdo con datos de la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP), en 2018 había 98 puntos y en 2023 son 31 mil 54, distribuidos en las 16 alcaldías.
La conectividad en el espacio público trae una paradoja. Mientras que el espacio público se orienta a una mayor interacción física con las demás personas, genera identidad, promueve el ejercicio de la libertad y ayuda a la salud, el recreo, cultura y deporte, una mayor conectividad de los dispositivos lleva a que las personas, en ese espacio de libertad, utilicen el tiempo en la revisión de correos, en la redacción de mensajes, de chats y en la consulta de información, olvidando el entorno y la esencia del mismo espacio público.
Sin embargo, hay más ventajas, por ejemplo, si los espacios públicos cuentan con wifi gratuito, los familiares y amigos de las personas podemos conocer su ubicación y verificar sus traslados en una urbe cada vez más violenta, y podemos saber en tiempo real los problemas de tráfico para evitar contratiempos o realizar trámites.
Tendemos a ver en la conectividad solamente temas de carácter privado, sin embargo, el ámbito de lo público, del espacio público, es muy importante. La conectividad gratuita, pública y segura también nos permite ejercer el proceso de ciudadanía, el “contacto” con los funcionarios públicos y la capacidad de pedir auxilio y de generar denuncias en contra de la autoridad o de quienes violan las leyes.