Tips de Gestión

Buenas prácticas para impulsar al sector agrícola

 

La innovación en la producción de alimentos debe ir acompañada de una tecnificación y capacitación adecuadas que permitan contrarrestar los efectos del cambio climático

 

►Por Martha Palma Montes
FOTO: DREAMSTIME

México posee 29 millones 806 mil 776 hectáreas de uso agrícola, con base en el Censo Agropecuario (CA) 2022.

Donde Sinaloa, Jalisco, Tamaulipas, Guanajuato, Michoacán y Sonora concentran 63.8 por ciento de la producción de granos de arroz, cebada, frijol, maíz amarillo, maíz blanco, sorgo y trigo.

Asimismo, Veracruz, Michoacán, Tabasco, Tamaulipas, Jalisco y Colima producen 65.1 por ciento de frutos como aguacate, cacao, coco, fresa, guayaba, limón, mango, manzana, naranja, nuez, papaya, piña y plátano.

Entre las buenas prácticas que están al alcance de los agricultores para combatir los efectos del cambio climático y aumentar la producción, está el uso de imágenes espectrales aéreas, a fin de analizar el estrés hídrico, identificar plagas, optimizar el uso de fertilizantes y pesticidas, y de esta manera estimar el rendimiento de los cultivos.

La labranza cero implica preparar la tierra sin utilizar equipos mecánicos, lo que ayuda a reducir la erosión del suelo, conservar el agua y disminuir la emisión de dióxido de carbono.

Las buenas prácticas agrícolas inician desde la selección del terreno y sus alrededores, la calidad del agua de riego, la aplicación de plaguicidas, la higiene y sanidad del trabajador, así como de las instalaciones sanitarias, entre otras.

TECNIFICACIÓN Y CAPACITACIÓN

Sin duda, el cuidado del agua en la producción de alimentos es una buena práctica que requiere tecnificar los sistemas de riego, a fin de evitar que el recurso se desperdicie, advierte Óscar Arce Cervantes, profesor investigador del Instituto de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).

“Alrededor de un 50 por cierto del agua de riego no se utiliza adecuadamente por la falta de obras civiles, por ello es muy importante la tecnificación.”

Por otro lado, agrega que la técnica de fertilización mediante el uso de drones es una práctica cada vez más común entre pequeños y medianos productores, ya que, según la capacidad del dron, puede pulverizar entre 50 y 100 hectáreas al día con fertilizante, es decir, 30 veces más que un pulverizador de mochila tradicional, y ahorrar un 90 por ciento de agua.

Aunado a lo anterior, la detección temprana de plagas, nivel de humedad del terreno y fumigación automática son otros beneficios del uso de drones en la agricultura, estos suelen equiparse con cámaras multiespectrales y mapeo de Sistemas de Información Geográfica (GIS), que cuantifican nitrógeno, clorofila, estrés hídrico, erosión y maleza por metro cuadrado.

Más allá del uso de nuevas tecnologías, Óscar Arce recomienda profesionalizar al campo a través de la docencia, retomar políticas educativas desde el nivel preescolar, que hablen sobre la importancia de cultivar y producir alimentos. Con la intención de fomentar prácticas agroecológicas, como son los huertos caseros.

“El Instituto brinda capacitaciones en las escuelas primarias de los municipios de Hidalgo para enseñar a preparar una cama de cultivo, incorporar materiales orgánicos que nutren a la planta y explicar el proceso de germinación.”

Refiere que algunas comunidades de diversos municipios, incluyendo la zona conurbada de Pachuca y Tulancingo, han aprendido a producir hongos comestibles ricos en proteína, para autoconsumo y comercialización.

El académico explica que la agricultura sostenible se logra cuando las comunidades alcanzan un crecimiento económico y desarrollo social, mediante el aprendizaje, a fin de reorganizar las fechas de cultivo y siembra, conforme a los fenómenos meteorológicos.

Arce Cervantes también evalúa cepas de hongos para el control de plagas, el aprovechamiento de residuos agrícolas o agroindustriales y su incorporación al proceso productivo, a fin de obtener compostas, enzimas, microorganismos, hongos comestibles y medicinales.

Asimismo, el Instituto ofrece un plan educativo en ingeniería forestal, que contempla la agricultura regenerativa, la cual procura que el carbono se quede en el suelo y no en la atmósfera.