Desde la urna

La política durante el año nuevo estará determinada por la forma como se desarrollen los procesos electorales, en especial las campañas, y los resultados de las elecciones que tendrán lugar el 6 de junio. Se diría que eso ocurre en cualquier año electoral, pero esta vez se trata de la elección más grande que hemos tenido, por el número de puestos que se van a elegir y por la concurrencia de 32 elecciones locales con la elección federal. Por otra parte, el Presidente López Obrador no ha escondido su interés por mantener a toda costa la mayoría de Morena en la Cámara de Diputados, mientras que el partido lucha por consolidarse como uno sólido. Entretanto, la oposición pondrá a prueba sus capacidades, estrategias y oferta política para recuperar posiciones perdidas en 2018.

En el fondo, me parece que la importancia de la elección está en determinar el tipo de evolución que buscamos para el sistema político mexicano. A lo largo de los últimos 23 años, nos acostumbramos al diálogo y a la negociación como determinantes en la forma de hacer política en nuestra joven democracia.

Desde los años 70, aunque la oposición no ganara las mayorías, el binomio PRI–Presidente sabía negociar con los factores reales de poder y la oposición organizada. De esas negociaciones surgió, por ejemplo, la cadena de reformas electorales que a la postre facilitaron la salida del poder del PRI. Hace 20 años, la alternancia en la Presidencia se hizo realidad como consecuencia de una historia acumulada de errores, corruptelas y concentración excesiva del poder, además de la creciente ilusión de que la democracia resolvería los problemas estructurales de la sociedad.

Las elecciones de 2021 recuerdan los esfuerzos de la oposición hace dos décadas. El objetivo entonces era sacar al PRI del poder y coronar el proceso de democratización con la alternancia en la Presidencia. En este año, la oposición busca establecer todo tipo de alianzas para minar el poder del actual gobierno, por la vía democrática. Coaliciones similares se realizan en los estados de la República para recuperar posiciones perdidas en 2018.

Por eso, este año será de batallas políticas y electorales que definirán no solo la nueva Cámara de Diputados, sino también el tipo de sistema político que deseamos desarrollar para México. No se trata de acabar con el estilo personalista del actual gobierno, con sus mañaneras repletas de agresiones y ataques a los “adversarios” o quitar del poder a quién legítimamente fue electo por la ciudadanía. El objetivo debe ser construir las condiciones para que el diálogo y la negociación sean las premisas para construir acuerdos con el mayor consenso posible. Ello requiere reconocer la pluralidad que nos caracteriza como nación, escuchar a todas las partes y fortalecer las instituciones democráticas. Eso es lo que está en juego en cada una de las elecciones que se realizarán este año.

La historia enseña que los grandes cambios requieren de procesos de larga duración. Ni el Estado mexicano se consolidó en un día ni las reformas profundas, y sobre todo su consolidación, pueden ser resultado de un solo gobierno. Las elecciones de 2021 son solo un momento en una larga cadena de cambios que ha experimentado el país. Los resultados señalarán las particularidades que pide la ciudadanía para el futuro de nuestro sistema político. Después de todo, los principales problemas de México seguirán ahí: inseguridad, falta de crecimiento económico, falta de acceso a la salud, pobreza y desigualdad. Feliz año electoral.

Decano de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey.
Twitter: @ArturoSanchezG
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(figura pública)