Expediente Abierto

Agricultura ♦ Opinión

Hay voces del sector agropecuario nacional que alertan sobre el riesgo de que México pudiera entrar en una crisis alimentaria capaz de impactar de forma inmediata y a nada menos que 18 millones de mexicanos, con un alto riesgo de tensiones sociales y económicas graves. Por ejemplo, el rendimiento citrícola por hectárea sigue siendo bajo: un promedio de 13 toneladas contra las 40 de San Quintin, California, el estado en el que muchos mexicanos, millones tal vez, trabajan horas arduas y largas que les rinden bastante bien.

El precio de los fertilizantes químicos, predominantemente utilizados en el agro mexicano, alcanza alrededor de los 7,300 pesos por tonelada, químicos que causan diversos problemas de salud e incluso son letales. En consecuencia, urge el impulso a una producción autosustentable de alimentos para devolver a la tierra “la vida” que se le ha robado. Hay quienes creen que es tiempo de apoyar a los productores agropecuarios para que dejen de producir “a la antigüita”, sin tecnología ni ciencia, bajo el amago de los “coyotes”, sin mercados para la comercialización de sus productos y, peor aún, mediante el uso peligroso de fertilizantes químicos. Entre quienes creen esto figura el ingeniero Armando Rendón Barreda, un productor y exportador con más de 25 años de experiencia en el agro mexicano, que hoy está al frente de la Confederación Nacional de Organizaciones Agropecuarias y Forestales (Conofar).

El reto coincide con una situación límite de riesgo ambiental en México y el mundo. Puede superarse, claro, pero también se corre el peligro de fracasar en el intento, más aún cuando hay políticos, como el Presidente estadounidense Donald Trump, que sostienen que el fenómeno del cambio climático es un ardid inventado por los chinos. Ajá. ¿Acaso no nos hemos dado cuenta de que el mundo está cambiando hacia lo biológico, lo verde, y nadie hoy día, o cada vez menos personas quieren comprar y consumir productos químicos?, plantea Rendón Barreda.

Aunque sea poco conocido y menos atendido, es un hecho que en un periodo relativamente corto habrá una merma mundial en la capacidad de producir alimentos suficientes por el aumento de la temperatura global y otros fenómenos naturales. Diversos estudios alertan que México figura entre los países que más se verán expuestos a sufrir efectos adversos por el incremento de la temperatura global. Resta tiempo, sin embargo, para impedir una merma en la cantidad y la calidad de los alimentos que se producen en México.

Entre las consecuencias del calentamiento global se vislumbra la caída de la capacidad para cultivar granos como el arroz, el maíz y el trigo. Documentos con sustento científico establecen el año 2030 como plazo fatal, o el tiempo que aún tenemos para aminorar o, al menos, contener el aumento de la temperatura global.

Por ello es que tenemos que hacer una agricultura nueva, verde, ecológica, sustentable y más apreciada por los consumidores. Utilizaremos para ello los recursos que la ciencia y la tecnología ponen a nuestro alcance.

 

Es urgente la planeación en el campo. “Se caen los precios por la oferta excesiva. Si Veracruz tiene vocación para la citricultura, pues que se siembre allí porque tiene calidad de exportación. Es el caso de Michoacán con la plantación de aguacate hass, y así cultivo por cultivo. Hay que atender la geografía del país y ver para qué sirve cada estado”, asegura Rendón Barrera.

¿Es mucho pedir que se atienda esta propuesta para impedir la vulnerabilidad que sufre México en su sector primario? Reflexionemos. Queda tiempo, pero no mucho.

El autor es licenciado en Ciencias
de la Comunicación y Maestro en
Dirección Comercial. Su trabajo
periodístico en México, América
Latina, Europa y Asia abarca temas
de economía, política, cambio
climático, ciencia y tecnología.