Se han terminado todas las tareas con las que se inauguró el nuevo sistema electoral nacional, producto de la última reforma política. Desde octubre del año pasado, cuando inició el proceso electoral, hasta la sesión del Consejo General en la que votamos la asignación de diputados de representación proporcional, se llevaron a cabo todos y cada uno de los actos del proceso electoral que permitieron que los ciudadanos pudieran emitir su voto para elegir a los diputados federales que integran desde principios de septiembre la LXIII Legislatura.
En estricto sentido, faltaría reponer la elección en un distrito de mayoría relativa en Aguascalientes (anulada por el Tribunal Electoral) y asignar a un diputado por el principio de representación proporcional que quedó pendiente como consecuencia del paso anterior.
Van algunas consideraciones sobre el nuevo marco legal y los resultados electorales. Para los comicios federales de 2015, el sistema de partidos políticos nacionales creció de siete a diez integrantes.
De manera adicional, el umbral tanto para mantener el registro como para tener acceso al reparto de diputados de representación proporcional creció al 3 por ciento. Tras los resultados del 7 de junio pasado, un partido con varias participaciones en elecciones federales, el Partido del Trabajo (PT) y uno de reciente creación, el Partido Humanista, perdieron el registro. Con esa combinación de reglas y resultados, sabemos que para las elecciones federales de 2018 tendremos ocho partidos que eventualmente podrán formar coaliciones.
Sabemos que serán ocho porque entre el proceso electoral que concluyó y el venidero, no habrá periodo para otorgar el registro a nuevos partidos políticos. Se vea como una buena medida o no, ahora no hay posibilidad de abrir para cada proceso electoral, es decir, cada tres años el plazo para solicitar el registro de nuevos partidos políticos, sino que la ley establece que será cada seis, esto es, después de las elecciones presidenciales y para participar en las intermedias legislativas.
Los números de siete, ocho o diez partidos entran dentro de los promedios históricos en el número de jugadores desde que se consolidó la pluralidad política hacia finales de la década de 1980. Lo interesante es que se cambiaron los pesos relativos de las tres principales fuerzas políticas que habían sido las predominantes en México desde 1988. Independientemente de cómo se alternarán “del oro al bronce”, el podio desde 1998 siempre estuvo ocupado por los partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD), mirando desde muy arriba y muy lejos a sus más cercanos competidores.
El resultado electoral de 2015 produjo una nueva configuración de fuerzas: por primera vez, ninguno de los tres partidos mencionados obtuvo más de 30 por ciento de la votación y la fractura en la izquierda mexicana produjo que Morena le disputara palmo a palmo la representación electoral al PRD.
De no haber coaliciones, la disputa por la Presidencia de la República en 2018 no se dará en un triángulo, sino en un cuadrilátero. Lo anterior, sin descontar una posible candidatura independiente o postulación de algún candidato por otro partido que en la actualidad no tiene posibilidades de triunfos presidenciales. Ya se verá si fue sólo un episodio o se inaugurará un nuevo ciclo en el sistema mexicano de partidos.
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