Estimado lector: a estas alturas usted ya sabe quién ganó las elecciones y conoce los pormenores de la jornada electoral. Durante este mes tendrá lugar un interesante debate sobre las políticas públicas que se instrumentarán a partir del próximo 1° de diciembre. Además, los analistas deben estar haciendo los cálculos para imaginar la fuerza que tendrá el Presidente, dependiendo de la configuración final de las cámaras del Congreso de la Unión. Permítame entonces retroceder un mes (cuando estoy escribiendo estas líneas) y plantear los dilemas que la reciente jornada deberá de haber confirmado.
Hace apenas un mes continuaba la duda sobre la calidad y precisión de las encuestas. Prácticamente todas coincidían en que Andrés Manuel López Obrador estaba posicionado para ganar la elección, aunque no quedaba del todo claro cómo quedaría configurado el Congreso. Hace un mes, prevalecían las esperanzas de los candidatos Meade y Anaya de poder remontar la distancia de más de 20 puntos que mostraban las encuestas y los contrincantes se reunían en privado con el Consejo Mexicano de Negocios, para dialogar sobre las perspectivas económicas del país. Hace un mes aún no ocurría el tercer debate, pero había cierto consenso en que las encuestas no se moverían y que los candidatos dirían más o menos lo mismo que habían repetido a lo largo de la campaña.
Por su parte, la autoridad electoral avanzaba en la integración de las 156 mil 974 mesas directivas de casilla que tenía previsto instalar, y esperaba la llegada de los votos del exterior para ser computados el día de la jornada electoral. Adicionalmente, el Instituto Nacional Electoral (INE) había empezado a realizar los simulacros del funcionamiento del programa de resultados electorales preliminares (PREP), con el objeto de que no presentara fallas el 1° de julio. Por las características de la casilla única, sabíamos que el PREP podría empezar a arrojar resultados más tarde de lo acostumbrado, pues en 30 de las 32 entidades los funcionarios de casilla debían terminar los cómputos de las elecciones federales y locales, antes de que el PREP pudiera operar. Con todo, se había resuelto satisfactoriamente el tema del conteo rápido y sabíamos que Lorenzo Córdova ofrecería los resultados de dicho ejercicio entre las 10 y las 11 de la noche.
Si todo ocurrió como estaba previsto, los dilemas que ahora se presentan tienen que ver con el análisis de la calidad de la elección. Por un lado, los partidos acudirán a los tribunales a reclamar triunfos en distritos o municipios y habría que revisar los resultados de las ocho elecciones para gobernador y la del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, para medir el nivel de competitividad de los diferentes actores a nivel regional. En todo caso, lo importante será ver si el INE logró, en los hechos, vencer todos los obstáculos para brindarnos una elección ejemplar, y si la coordinación con los órganos electorales locales fue efectiva para evitar problemas poselectorales regionales.
En todo caso, pronto la atención estará puesta en el Tribunal Electoral, que tendrá que dar su veredicto sobre todas las impugnaciones que se presenten y en especial validará la contienda presidencial. Como después de cada elección, pronto se empezará a hablar de una nueva reforma electoral, que buscará corregir todo lo que salió mal a lo largo de estos años, y seguramente se planteará la importancia de legislar sobre una segunda vuelta y sobre la reducción de los recursos a los partidos políticos. Por lo pronto, se inicia una etapa de transición entre gobiernos, y a partir del 2 de julio faltarán 152 días para la toma de posesión. Tiempo más que suficiente, con buena política, para construir y negociar.
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