2018: Políticos rechazando la Política

por | Ene 26, 2018 | De Puño y Letra, Elecciones | 0 Comentarios

Aunque el proceso electoral del 2018 recién comenzó, es innegable que ya se conoce la lógica que emplearán los estrategas detrás de cada campaña electoral: aquel candidato que se logre posicionar como el más cool y menos ‘político’ será quien ocupe victorioso la silla presidencial.

Es atrevido afirmarlo pero la evidencia lo confirma con las decenas de publicaciones en redes sociales de los presidenciables en donde divulgan su fascinación por trasladarse en vuelos comerciales y trabajar en el área más visible de la sala de espera del aeropuerto en la que se encuentren, sus románticas historias de amor, comidas sobrias y austeras con sus nuevos amigos que por lo general son los dueños de cenadurías o taquerías que no conocían, cercanos a la naturaleza pero aún más a sus familias y específicamente a sus hijos –si son pequeños, mejor–.

Quizás sea consecuencia de las posibilidades que abre la nueva figura de los candidatos independientes y el efecto Kumamoto. Puede ser, también, un intento por piratear las muy originales maneras de hacer política de Justin Trudeau y Barack Obama. Quizás responda al conocido hartazgo generalizado a una clase política tradicional lejana de las causas sociales. O tal vez, simplemente se deba a la necedad de colocar emociones en lugar de personas en la boleta electoral, sin importar que los únicos sentimientos logrados estén relacionados con el fastidio y aburrimiento que las campañas generan. Lo desconozco mas no es el objetivo del presente.

Sin embargo, algo sí sé y es que a mí, por lo menos, no me interesa la vida privada de quién me representará; por el contrario, quiero que mi Señor Presidente sea todo un profesional de la política, con trabajo de altura y resultados comprobables, que entienda las demandas sociales y otorgue propuestas conciliadoras y certeras a cada una de ellas. Si su familia, su vida diaria y sus hobbies coinciden con los míos… ¡qué mejor!, pero me viene sobrando.

Seamos sensatos, en términos económicos sería totalmente ineficiente que un presidenciable vaya al supermercado, lleve a sus hijos al colegio o maneje su propio vehículo cuando tiene un séquito de subordinados a su disposición. Si por alguna u otra razón los presidenciables pertenecen a esa pequeña minoría que en México tiene acceso a esas facilidades… adelante, no lo juzgo por ahora; pero lo ideal sería que en lugar de utilizarlas para esconderlas, las utilicen para potenciar su conocimiento y ampliar su nivel crítico. Esto responde justamente a que son ellos quienes tienen todas las herramientas, sin impedimento alguno para optimizar su trabajo.

Es triste pensar que nuestro próximo Presidente será uno de esos aspirantes –independientes o no–, de los que invierten más tiempo, dinero y esfuerzo en aparentar una falsa imagen ciudadana que en elaborar propuestas y contenido a la altura de lo que nuestro país requiere.

No es casualidad que en todo el proceso de precampañas las encuestas han permanecido casi estáticas y ninguno de los presidenciables ha logrado una alza considerable, ese boom hasta hoy inalcanzable que todos ellos están buscando en las imágenes que simulan una realidad de ciudadanos mexicanos promedios que no les pertenece. Quizás el estatismo de las preferencias electorales se deba no tanto a la apariencia de los presidenciables, sino al contenido intelectual y liderazgo de cada uno de ellos.

No, señores y señoras aspirantes a la Presidencia: no me interesa que utilicen el trasporte público; me interesa que conozcan los niveles de contaminación que representa y los peligros y dificultades a los que cualquier ciudadano se enfrenta para utilizarlos. No me interesa que ustedes mismos carguen la gasolina de sus vehículos; me interesa que conozcan a qué se debe el elevado precio de ésta y que tengan alguna idea sobre cómo podemos sustituirla. Me interesa, en pocas palabras, que tengan propuestas sólidas y certeras para facilitarme la vida diaria.

Hoy en día, los presidenciables han empobrecido la noción de hacer política: están inmersos en una ridícula competencia por demostrar superficialmente que son los más cercanos a los ciudadanos, los menos ‘políticos’ y que llevan una vida –casi– exenta de privilegios; en lugar de demostrar con hechos sus capacidades y habilidades políticas y conciliadoras. Porque al final, quien se siente orgulloso de su trabajo y sus resultados, se siente orgulloso de su profesión: dice con honra y dignidad que, coloquialmente, es un político.

Ojalá que recuperemos el sentido de hacer política, de debatir con ideas y argumentos y de discernir entre lo que nos debe interesar y lo que no de cualquier presidenciable. Hasta aquí mi opinión. Y tú, ¿prefieres que una familia mexicana promedio de telenovela ocupe la Residencia Oficial de Los Pinos o quieres sentirte verdaderamente orgulloso de tu Señor Presidente por su manera de hacer política?

Andrés Lelo de Larrea Piña

Animal político. Nativo digital. Joven intentando ser buen ciudadano en un país que poco lo propicia. He participado en diversos encuentros de debate, concursos juveniles y en el Parlamento Juvenil de México. Interesado en elecciones, campañas políticas, desarrollo sustentable y participación ciudadana. Twitter: @andres_lelo

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