Las ciudades son un sistema de convivencia y organización social compuesto por un territorio, clases sociales, instituciones político-legales, una economía e industria, que en su conjunto y competitividad ocasionan tecnología, desarrollo socio-cultural y diferentes formas de entender y vivir la realidad, según el nivel de consumo que se tenga.
De manera independiente a su ubicación geográfica, su tamaño o nivel de desarrollo, tienen que brindar un soporte para la vida digna, pero sobre todo, según Le Corbusier (1933), la Carta de Atenas (1933) y Valdearcos (2007) deben ser:
• Lugares habitables: con un diseño de vivienda que brinde confort, descanso y comodidad
• Sitios de trabajo: que ubiquen cada uno de los tres sectores económicos (producción de materias primas y alimentos; industria, construcción y energéticos; servicios) y dotarlos de relaciones laborales
• Espacios de recreación: que proporcionen servicios de entretenimiento, distracción, placer, ocio, que estimule y relaje al trabajador en tiempos de descanso
• Zonas de flujo: que garanticen una circulación fácil, rápida, segura, accesible a todo sujeto y a su medio de transporte, sea a pie, en automóviles privados, transporte público, motocicletas o en cualquier medio alternativo o ecológico
Este último punto “zonas de flujo”, refiere a la movilidad, uno de los grandes retos de los gobiernos locales y estatales, que deben generar condiciones óptimas para el traslado de todas las personas, de un punto de la ciudad a otro, reduciendo costos de servicio y tiempo; fomentando vías y medios de transporte alterno, pero sobre todo facilitar la circulación peatonal.
Sin embargo es común encontrar, todos los días, en los medios de comunicación digitales e impresos, noticias sobre la ineficacia del transporte público, accidentes viales -algunos de gravedad- que involucran a conductores, trasportistas, transeúntes o personal de gobierno en áreas de seguridad; el mal estado de la estructura vial, mal encarpetado asfaltico o inundaciones por la insuficiencia en el drenaje-, entre otros.
Dichos escenarios hacen visible por un lado, la incapacidad de planeación, el desconocimiento sobre la implementación de obra urbana, pero sobre todo la ignorancia de cómo diseñar y hacer ciudad, por parte de quienes dirigen las acciones gubernamentales.
Y por otro lado, problemas sociales como la transformación de valores, indiferencia e ignorancia sobre temas urbanos y la educación vial, la urgencia de llegar al destino y la internalización de estas problemáticas, es decir, la gente se ha acostumbrado tanto a estas condiciones negativas que simplemente las considera normales y las pasa desapercibidas.
Con el crecimiento poblacional, el devenir histórico y el uso de tecnologías se ha hecho necesario construir vías ferroviarias, caminos; modernizar puertos y vías de comunicación para transportar a personas y mercancías cada vez a mayor velocidad.
Las ciudades se han convertido en lugres de mercantilización de la vida, pero sobretodo en sitios de traslado (Castells, 1999; Ramírez Kuri, 2009; Sampson, 2012; Harvey, 2013), situaciones que evidencian los conductores particulares y sobretodo de transporte público que exceden el límite máximo de velocidad, que no respetan el alto o las paradas, que no permiten el paso del transeúnte o el cambio de carril de otros conductores, autos estacionados en banquetas, en lugares prohibidos o en doble fila, motociclistas sin protecciones, transeúntes que cruzan de una calle a otra sin fijarse en el semáforo, puentes peatonales cuyo objetivo es aislar al peatón y posibilitar el tránsito vehicular.
Antes de las grandes avenidas y los automóviles turbo o súper cargados, las personas tenían la preferencia, se ha olvidado que los sujetos son quienes crean, habitan y dan sentido a los espacios.
De acuerdo con Jordi Borja (2008) las calles deben ser instrumento de política pública, de inclusión y de igualdad para los diferentes colectivos, que cuanto más abiertos y accesibles a todos, más expresan la democratización política y social de un país.
Se debe mirar hacia un real esquema de movilidad, velar por la factibilidad y seguridad del traslado, con miras a la sustentabilidad, además, este fenómeno no es un problema que los diferentes niveles de gobierno deban resolver solos, para un cambio real, es necesaria una educación vial a todo conductor para respetar al peatón, a las señales de tránsito y a los otros conductores; a choferes de transporte público para respetar las paradas, las zonas escolares, los límites de velocidad y cupo de personas en su unidad; al viandante para que no sea inoportuno y ejercer una continuidad en la práctica de la aplicación legal respecto al reglamento tránsito.
No es una situación compleja, es de voluntad, el ejemplo lo pone la ciudad de Guanajuato, sin puentes peatonales, sin semáforos, con la preferencia del peatón para poder andar o lugares turísticos como Cancún, Morelia, San Cristóbal de las Casas, que han logrado armonizar entre el trasporte, los conductores y transeúntes.
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