Por Adriana Berenice Manjarrez Peñúñuri*
Twitter: @adrianubela
La situación que viven las mujeres que ejercen el periodismo en Hermosillo probablemente sea un reflejo de lo que ocurre con la mayoría de estas profesionistas en todo México, no solo en lo referente a sus condiciones laborales, sino también en torno a las situaciones de violencia sexual
En los últimos meses se han publicado en redes sociales múltiples testimonios de mujeres acerca de las experiencias de violencia sexual que han experimentado en diversos espacios de su vida, no solamente en las calles, sino también en escuelas, oficinas, iglesias y hogares. No parece haber sitio seguro para ellas, que muchas veces toman la decisión de callar ante las violencias cotidianas.
Sin importar su edad, clase social o nivel educativo, todas las mujeres han enfrentado algún acto de acoso sexual. Las periodistas no son la excepción; sin embargo, en el caso de esta profesión, dicha forma de violencia se suma a la del crimen organizado y la narcopolítica, que desde el año 2006, cuando se dio inicio en el país con la estrategia del combate al narcotráfico, se ha recrudecido.
De todos es sabido que esa estrategia ha sido fallida, pues además de que no ha resuelto el problema del mercado de ilícitos, ha dejado una estela de asesinatos, secuestros, desapariciones, desplazamientos, entre otros actos que han convertido a México en el país más peligroso de todo el continente americano para ejercer el periodismo, como lo han advertido diversas organizaciones.
En este contexto sangriento, en el que suele pensarse que la principal violencia que enfrentan las personas que se dedican al periodismo es aquella evidente por brutal, relacionada con el crimen organizado y la política, las periodistas parecen haber decidido minimizar el acoso sexual que enfrentan casi a diario.
Con el propósito de visibilizar el problema, y con fines de investigación doctoral, en Hermosillo, Sonora, se realizaron entrevistas a 20 mujeres que ejercen el periodismo en diversos medios de comunicación. El objetivo general fue conocer su percepción acerca del problema del acoso sexual en el ejercicio de su trabajo.
Prácticamente todas reconocen como grave el problema de la violencia contra las mujeres que hay en todo México y sus efectos. Ellas visibilizan un escenario de cultura machista que permea en todos los espacios, incluyendo el laboral, en el que las mujeres se mantienen relegadas de los puestos de decisión.
Como ocurre con mujeres que se dedican a otras profesiones, las periodistas enfrentan condiciones laborales injustas e inequitativas que además de ponerlas en riesgo, con frecuencia les niegan el derecho a ejercer libremente su maternidad, además de verse obligadas a demostrar su capacidad más que los hombres.
Se trata de esquemas laborales que representan también una forma de violencia de empleadores que no las reconocen como sujetos de derecho, a preservar y a disfrutar su vida, a tener derecho sobre su tiempo libre, a formar y a vivir una familia, si así lo desean, o a ejercer de manera libre su maternidad o soltería.
Igualmente, el hecho de enfrentarse a empleos que las envían a las calles, muchas veces solas y en horarios nocturnos, incomunicadas, constituye otra forma de violencia, al ignorar los medios de comunicación el riesgo que sus trabajadoras corren en una sociedad que las violenta por el hecho de ser mujeres.
A pesar de enfrentar múltiples riesgos de trabajo y horarios extenuantes, muchas periodistas laboran bajo esquemas por honorarios, lo que significa que además de pagar impuestos desproporcionados, no cuentan con prestaciones de seguridad social, como servicios médicos o acceso a guarderías. Además, frecuentemente los gastos derivados de su trabajo corren por cuenta propia.
Está claro que ni en los esquemas de trabajo de los medios de comunicación ni en los mecanismos de protección a periodistas existe una perspectiva de género. Las periodistas enfrentan múltiples violencias e impunidades. El solo hecho de ser mujeres, aunado al hecho de manejar información que puede tocar intereses, las ubica en terreno de alto riesgo.
La situación que viven las mujeres que ejercen el periodismo en Hermosillo probablemente sea un reflejo de lo que ocurre con la mayoría de estas profesionistas en todo México, no solo en lo referente a sus condiciones laborales, sino también en torno a las situaciones de violencia sexual, y más específicamente de acoso, que enfrentan por parte de diversos tipos de actores.
De las entrevistas realizadas en la capital sonorense se desprende que prácticamente todas pueden esbozar una lista de conductas acosadoras que viven de manera cotidiana en el ejercicio de su trabajo, desde miradas lascivas, comentarios soeces o sobre la apariencia física, exposición de imágenes pornográficas, invitaciones insistentes, abrazos, nalgadas o besos forzados.
Dichas conductas provienen de colegas, jefes, funcionarios de gobierno, empresarios, policías u otro tipo de actores que representan para ellas fuentes de información, lo que significa que al parecer no hay espacio para que ellas se sientan plenamente seguras y en confianza.
Si bien es cierto que el acoso sexual no guarda el mismo significado para todas, pues cada una lo experimenta, lo enfrenta o resiste de diferente manera, dependiendo de factores como las experiencias previas, la edad (tanto de ellas como del acosador) o el contexto, se trata de una realidad cotidiana y de una barrera más para las periodistas.
Además de poner en primer plano los riesgos relacionados con el crimen organizado, algunas relegan sus experiencias de acoso sexual ante el temor de verse desempleadas o expuestas si hacen públicas o denuncian tales conductas. Por otro lado, a veces el acoso puede ser tan rutinario, que se ha normalizado incluso ante la visión de ellas mismas.
También existe el hecho de que muchas mujeres conciben el acoso sexual como el acto en el que un hombre pide sexo a cambio de algún privilegio: el llamado quid pro quo, concepción que ocasiona que algunas no se perciban como acosadas cuando experimentan otras conductas sexistas más sutiles.
En 2016, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) expresó su preocupación por lo que llamó un “alarmante aumento de actos de violencia contra las periodistas mujeres”, destacando los actos de acoso sexual que ocurren durante el ejercicio de su trabajo.
Pero cabe preguntarse si en realidad el número de actos ha aumentado o es que cada vez más mujeres rompen el silencio. Podríamos aventurar la afirmación que el hecho de que cada vez más experiencias de este tipo sean compartidas en redes sociales motiva a otras mujeres a hablar y a reflexionar en torno a sus propias experiencias.
El acoso sexual se caracteriza por ser una conducta masculina intrusiva e indeseada que se les impone a las mujeres en cualquier espacio, la cual no siempre tiene un carácter sexual, porque lo que la sustenta son las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres.
Ante este panorama, las periodistas manifiestan distintas formas de resistir; sus testimonios muestran el carácter múltiple de las formas como se expresa el acoso y los recursos que ponen en juego para sobrevivirlo o enfrentarlo, pero también reflejan el temor y sufrimiento que algunos eventos les provocaron y las huellas que les dejaron.
Las experiencias vividas les van enseñando cómo resistir. Las mujeres no se asumen como víctimas, a pesar de experimentar esa forma de violencia cotidianamente. Actúan frente a ella y toman decisiones, tanto para silenciar el problema como para enfrentarlo directamente.
Visibilizar este problema es el primer paso para combatirlo. Sin embargo, no basta con enterarse de su existencia, sino que es preciso comprender la percepción que tienen sobre el mismo las personas implicadas, así como las consecuencias o efectos de dicho problema entre quienes lo enfrentan, para explorar diversas vías de solución.
Por otro lado, indagar sobre las estrategias que emprenden las mujeres para resistir el acoso sexual, contribuye a profundizar el conocimiento que se tiene sobre el fenómeno, particularmente cómo lo viven las mujeres, no sólo como víctimas, sino fundamentalmente como individuos que, a través de esa resistencia, intentan convertirse en “sujetas”, con capacidad de acción y decisión.
*Periodista sonorense con Doctorado en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora. Ha colaborado en diversos medios de comunicación de Hermosillo y Ciudad de México. Actualmente se dedica a la labor docente.
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