«Si me apoyas, cuando ganemos yo te voy a apoyar a ti»… Esa es quizá la expresión más utilizada por los aspirantes a un cargo de elección popular que buscan sumar a sus equipos a jóvenes, para realizar trabajos de promoción del voto.
Lo malo no está en sumar jóvenes a los proyectos políticos, tarde o temprano todos lo hacen, lo malo está en sumarlos como mera bandera y etiqueta o como maquillaje para hacer creer que esa es una propuesta moderna y actual por la que vale la pena votar.
¿Cómo, entonces, interpretar la inclusión de los jóvenes en los proyectos políticos? Si el o la aspirante es joven, entonces es evidente que sus seguidores serán jóvenes y por lo tanto ese séquito será más auténtico que si el candidato(a) es una persona mayor y se rodea de muchos de corta edad.
Vemos cómo en «políticas públicas», los primeros en acudir a campañas de reforestación o campañas de rescate de espacios públicos son los jóvenes, sin embargo, en esas actividades no se ve casi a la «clase adulta» que pregona que las nuevas generaciones no son el futuro de México, sino el presente… pues si son el presente, tengan tantita congruencia y dejen de utilizarlos para hacer el trabajo sucio, y se haga una verdadera inclusión en la que de acuerdo a sus capacidades y desarrollo de habilidades ocupen cargos o lideren proyectos dentro de su municipio, distrito local o federal, etcétera.
Los jóvenes nos convencemos fácilmente por proyectos de largo alcance, donde podamos ver desarrollo… para todos, no nada más para el candidato.