Los derechos ciudadanos deben ejercerse en una esfera amplia, que no se limite a cumplir con la obligación del voto cada tres años, sino a participar en los quehaceres cotidianos de la comunidad y dejar a un lado la apatía
Toda construcción requiere de una sólida edificación, principalmente cuando se trata de un país. Las columnas del templo de Apolo, en Delfos —las que sostenían la frase “Conócete a ti mismo”—, eran suficientemente fuertes para sostener un gran principio, que al trasladarlo al tema que nos ocupa significa conocer qué es un ciudadano, qué puede hacer en su esfera propia y en el ámbito de los demás. En México hay muy pocos ciudadanos, partiendo de la idea de que éstos son quienes respetan las reglas de la convivencia.
Tenemos otra categoría de habitantes, conocidos popularmente como “los gentleman” o “las ladies”, que son quienes no respetan dichas reglas e imponen las suyas. Más grave aún es que algunos mexicanos atacan a otros en actos de barbarie que han indignado a todo el país. ¿Cómo queremos consolidar la democracia si nos falta la materia prima, los ciudadanos? Siendo una minoría, no podemos lograrlo.
Una de las soluciones es la formación y activación de los ciudadanos, que debe entenderse como el ejercicio de los derechos en una esfera más amplia, que no se limita a cumplir con la obligación del voto cada tres años y a la obtención de la credencial de elector, sino que implica ser ciudadanos participativos en los quehaceres cotidianos de la comunidad y dejar a un lado la apatía. Lo anterior conllevará a fortalecer los principios de una cultura de la legalidad, del Estado de derecho y del respeto, y fomentará el sentimiento de pertenencia para lograr una ciudadanía fuerte. Para lograrlo es imprescindible una cultura cívica que involucre a todos los sectores, tanto privados como públicos.
CIUDADANOS ACTIVOS
La cultura cívica es fundamental para la formación de ciudadanos, ya que el punto central de la misma parte del respeto a las reglas de convivencia y está conformada por valores fundamentales que favorecen una convivencia armónica, entre los cuales destacan: La corresponsabilidad ente las personas y las autoridades en la conservación del medioambiente, el entorno urbano, los espacios y servicios públicos, así como la seguridad ciudadana; la prevalencia del diálogo y la conciliación como medios de solución de conflictos; el respeto a las diferencias y la colaboración como una vertiente del mejoramiento del entorno y de la calidad de vida.
Entre los objetivos de cualquier gobierno debe estar la implementación de una verdadera educación y formación cívica, de otro modo seguiremos en un estado primitivo. Un país fuerte se compone de ciudadanos activos y participativos, de tal manera que no podemos ser simples observadores, sino que debemos formar parte de este gran movimiento, integrado por todos los que queremos un México mejor.
Tenemos que reconstruir el tejido social que se encuentra deteriorado y desacreditado. Es cierto que la desigualdad social que padecemos en el país no sirve de mucho: si gran parte de los ciudadanos no tiene acceso a la educación, menos lo tendrá a una formación cívica. Por eso, hay que retomar el pasado en el que los integrantes de la comunidad podíamos convivir sin miedo, sin temor a perder nuestra tranquilidad y libertad, ya que vivíamos en un ambiente de paz que, por desgracia, desde hace más de una década se ha perdido.
También es necesario volver a la convivencia como ciudadanos y actuar colectivamente para resolver de manera democrática los asuntos de nuestra comunidad. Sólo así podremos remediar los problemas que nos aquejan y cimentar nuestra democracia.
Hay que recordar las palabras del filósofo Aristóteles: “La finalidad real de un Estado debe comprender la mejor moral de sus ciudadanos, ya que debe ser una asociación de hombres que vivan juntos para alcanzar la mejor vida posible.” Por ello, mientras no tengamos ciudadanos con la mínima educación cívica, no podremos avanzar.
CONSTRUIR DEMOCRACIA
La conclusión es clara: tenemos que formar ciudadanos en quienes impere un poco de virtud. Pero no se trata de una tarea titánica, podemos realizarla si cada quien participa de lo particular a lo general, de lo sencillo a lo complejo.
Me permito citar algunas propuestas específicas y que son muy simples: saludar al prójimo, participar en las tareas de nuestra comunidad, respetar las reglas de convivencia y de tránsito, ejercer nuestros derechos civiles, exigir a los funcionarios públicos la rendición de cuentas, asociarnos en organizaciones ciudadanas, denunciar las arbitrariedades e ilegalidades, entre otras.
La formación de ciudadanos inicia primordialmente en el seno de la familia como unidad social básica, es dentro de ella donde formamos nuestro carácter y establecemos nuestros valores. Posteriormente la escuela es fundamental, pues tanto la carencia de educación como su baja calidad ya han cobrado su factura en la sociedad. No hay que olvidar que el grado de educación que tenemos hoy moldeará a nuestra sociedad en el futuro.
Se trata de una de las mejores herramientas para prevenir el delito, pues mientras más ciudadanos estén del lado de la legalidad, habrá menos delincuencia. El filósofo estadunidense John Dewey sostiene: “La democracia consiste en un proyecto ético-político, un modo de vida personal y colectivo que se debe incorporar concretamente a las prácticas cotidianas.
La democracia no se construye sólo y exclusivamente en un conjunto de instituciones, tribunales, procedimientos formales, ni siquiera de garantías legales, sino en un modus vivendi y convivencia que hay que ir progresivamente conquistando como forma cultural.” El mensaje es claro, para construir una democracia debemos saber convivir, y para ello necesitamos formar ciudadanos.
Me parecen muy interesantes sus comentarios acerca de recomponer el tejido social, yo le agregaría la inclusión social también. Desafortunadamente se ha descuidado esto en los programas sociales del gobierno, si se hiciera un esfuerzo por incluir más programas de proyectos productivos; mediante acceso a créditos accesibles a jóvenes egresados que no consiguen trabajo tan fácilmente y se dedican a ejercer otras actividades diferentes a lo que estudiaron.