Desde finales de los años 80, México ha vivido cada vez más intensos y participativos procesos electorales. Si bien nuestro desordenado calendario electoral hace que tengamos comicios a nivel estatal y municipal todos los años, estamos ya en un ambiente político que anuncia el inicio de la próxima contienda federal en 2012.
Movimientos políticos, símbolos y declaraciones mediáticas, anuncios de vicios y virtudes de los posibles contendientes invaden la comunicación que recibimos por los diferentes medios de comunicación: los noticieros de televisión y radio, los periódicos que tan pocos leemos en México y los portales y redes sociales, que sin duda alguna serán herramientas poderosas para el proceso que se avecina.
En este ambiente preelectoral, los consultores de comunicación política y espontáneos comenzarán a plantear sus estrategias y recetas para la victoria. “Llena visualmente la plaza”, dirán algunos; “comienza a declarar sobre temas polémicos”, dirán otros; “lo importante es que aumenten tus índices de conocimiento entre la población, aunque sea con declaraciones provocadoras y muchas veces escandalosas”, escucharemos por ahí; “no puedes estar ajeno al twitter, es lo de hoy”, guerra sucia y fuego amigo, todo en ese coctel llamado comunicación política electoral.
Pero, ¿qué tanto determina la comunicación política el resultado de una elección? ¿Cómo podemos saber qué motiva el voto o el comportamiento político de un ciudadano?
3 marcos teóricos
No hay respuestas fáciles ni unidimensionales a estas preguntas que han sido y seguirán siendo tema de debate y de estudio para comunicadores y politólogos.
La llegada de los medios digitales está cambiando la comunicación de una manera nunca antes vista. A raíz de la aparición de Internet pasó de ser formal e interpersonal para convertirse en una comunicación más ágil, especializada y directa.
Una nota da la vuelta al país y al mundo entero en cuestión de segundos. Así, la comunicación unidireccional como la conocíamos antes, de emisor a receptor, hoy se ha transformado en una comunicación multidireccional, en un diálogo con múltiples formas, vicios y virtudes para emisores y receptores: la llamada “comunidad”.
De igual manera, las teorías políticas utilizadas en las últimas décadas para explicar el comportamiento político de una persona abarcan diversas variables y formas de estudio.
En breve, son tres marcos teóricos los que deben considerarse para intentar comprender el comportamiento político de una persona y por lo tanto una estrategia de comunicación política.
Las teorías económicas centran su lógica en la razón de individuos que actúan de forma egoísta ante sus intere- ses, que son racionales y en muchos casos de los votantes. sofisticados para decidir por quién votar.
Estas teorías suponen que los individuos se informan, analizan las propuestas de campaña y toman una decisión racional.
Las teorías sociológicas se basan en determinar el comportamiento político de acuerdo con el nivel socio-económico y educativo de los individuos, al igual que en factores cómo el sexo y la edad.
Por ejemplo, como comúnmente se afirma, las zonas urbanas con mayor nivel socioeconómico están más abiertas a inclinarse a políticas públicas de avanzada, de mayor tolerancia e innovación; mientras que condiciones socioeconómicas opuestas determinan tendencias más conservadoras para establecer el comportamiento electoral.
Las teorías psicológicas, por su parte, se enfocan a determinar aquellos lazos emocionales entre candidatos, partidos y votantes, como una variable predominante para establecer su comportamiento político. “Mis abuelos fueron priistas, mis padres lo mismo y yo soy priista”, diría un votante bajo esta lógica.
Para lograr el éxito
Pero, ¿el pensar en seres sofisticados y racionales nos dará la clave de cómo votan y por lo tanto qué comunicarles? ¿Existen ofertas políticas que generen tales lazos emocionales y psicológicos, aun cuando se consideran los triunfos de las alianzas en los “bastiones” priistas de Oaxaca, Sinaloa y Puebla? ¿Será que las regiones con ciudadanos de mayor nivel educativo elegirán plataformas políticas que proponen soluciones económicas y de política pública sofisticadas y a veces impopulares?
Todo esto nos lleva a darnos una idea de la complejidad de la comunicación política y los distintos factores a considerar para el éxito de la misma:
1) La gente hoy en día recibe una gran cantidad de información y se “especializa” en ciertos medios. Ello requiere de un análisis de los mejores medios a utilizar y de la precisión, tono y velocidad para enviar la información. Nadie debería twittear el link a su plataforma política entera y con una extensión considerable, pero es importante “trinar” mensajes claros y directos.
2) La comunicación es cambiante y requiere monitoreo y reacción, es decir, son estrategias vivas en las que hay que dialogar y responder de acuerdo a las circunstancias. La falta de respuesta o incluso una reacción tardía puede ser determinante.
3) Debemos saber a quién le hablamos, conocer su perfil socioeconómico para diferenciar nuestros mensajes.
4) Es indispensable comprender los antecedentes emocionales y culturales de cualquier audiencia y región.
5) Debemos pensar en los ciudadanos y votantes como racionales. La ciudadanía tiene capacidades muchas veces sorprendentes para asimilar mensajes y actuar en consecuencia.
En conclusión, la clave radica en conocer a quién le hablamos, segmentar nuestros mensajes, diversificar nuestra comunicación, ser rápidos, oportunos y dialogar.
Éstos son los requisitos indispensables de cualquier comunicación política que busque influir en el complejo comportamiento de los votantes.
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