La conformación del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE), máxima autoridad en materia electoral en el país, siempre ha generado gran polémica y expectativa, debido a que este órgano toma las decisiones más importantes en la organización de las elecciones, por lo que la imparcialidad e independencia de sus integrantes deben ser atributos fundamentales para una toma de decisiones apegada a la ley.
Como todo órgano colegiado, el Consejo General incorpora diversos puntos de vista y diferentes interpretaciones de cómo aplicar las normas. Ello genera que los debates en la mesa puedan ser muy álgidos, pues además de los consejeros electorales participan representantes de los partidos políticos y consejeros del Poder Legislativo. Se trata de sesiones en las que la presencia de los partidos permite que sean escuchados en la construcción de los acuerdos, pero sólo los consejeros electorales tenemos derecho de voto.
A partir de la Reforma Electoral de 2014, el Consejo General del nuevo INE se conforma por 11 consejeros electorales, y son renovados por partes cada tres años. El objetivo es garantizar la continuidad de los trabajos institucionales y el correcto desarrollo de los procesos electorales. En esta ocasión, tres de los consejeros que fuimos nombrados en abril de 2014, Beatriz Galindo, Javier Santiago y este servidor, terminamos nuestro encargo. Por ello, durante los primeros días de abril, la Cámara de Diputados nombrará a nuestros reemplazos, mediante un procedimiento previamente definido.
Por mi parte, debo decir que desde 1996, cuando José Woldenberg me invitó a formar parte de la Junta General Ejecutiva del entonces IFE, tuve el honor de colaborar en una institución que ha dejado una huella profunda en la historia de México y en la transición a la democracia. Primero como director Ejecutivo de Prerrogativas y Partidos Políticos, y después dos veces como Consejero Electoral (con un paréntesis de tres años y medio entre ellos), pude ser testigo de las diferentes etapas que ha vivido el IFE y ahora el INE.
Del IFE de 1996 al INE de 2017, los cambios en la institución son muy grandes. Entre esos años se realizaron dos reformas electorales después de la de 1996. En ese periodo se construyó y se transformó dos veces la fiscalización a los partidos; se incrementaron y se redujeron las prerrogativas partidistas; el INE se convirtió en el administrador único de los tiempos del Estado para los spots de los partidos; se reconoció el derecho de voto a los mexicanos residentes en el extranjero; incluso se inició la credencialización en el exterior.
Sin duda uno de los mayores cambios recientes fue convertir al IFE en una institución nacional. Después de la experiencia acumulada hasta 2014, los legisladores optaron por darle al hoy INE las atribuciones necesarias para participar en la organización de las elecciones locales. Con todo, en esos 20 años la mayor modificación se dio en el mapa político del país, en la consolidación de la pluralidad política y en la alternancia de partidos en la Presidencia de la República.
En otras palabras, en estos años la democracia en México avanzó significativamente y cambió la forma como se hace política en el país. Por el lado del IFE-INE el trabajo y el mérito corresponde al inmenso equipo de colaboradores, incluidos los miembros del Servicio Profesional Electoral. Por ello, ahora que termina mi encargo no queda más que agradecer las oportunidades que tuve para servir a mi país. Me tocó ser uno de los muchos que tenemos el honor de haber hecho de esta institución una parte de nuestra biografía. Los retos de la democracia continúan. El nuevo Consejo General estará listo para enfrentarlos.
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