Hoy, un acontecimiento ha marcado la tendencia en las redes sociales y el mundo del espectáculo. El asesinato de «El Pirata de Culiacán» ha cimbrado las plataformas digitales; pero esto, ¿qué enseñanza nos deja?
Una personalidad como Juan Luis Laguna Rosales, es el reflejo de muchos jóvenes que quieren una vida de lujos, de placeres, de diversión y sin límites; es el reflejo además de cómo buscando una vida de ese estilo podemos ser candidatos a la delincuencia.
¿Cuántos «Piratitas de Culiacán» no tenemos en cada ciudad? ¿Cuántos Lord que en la vida nocturna se jactan de poderosos, al día siguiente los vemos trabajando como obreros? Y es aquí donde quiero asentar la necesidad de políticas públicas que apunten a la inclusión juvenil efectiva, no sólo aquella que representa el acarreo, sino la que lleva la inquietud de los jóvenes a un puerto de progreso y respaldo, y no al puerto del sinsentido y la «fantochés».
Los «Piratas de Culiacán», se vuelven un problema municipal difícil de atender, pero no imposible. Más que una persona «Pirata de Culiacán» es ahora un nombre que le podemos dar a esta problemática de influyentismo, soberbia, actitud de Lord, alcoholismo, drogadicción y perdición que las nuevas generaciones están padeciendo.
Una interesante medida para disminuir este «efecto social», de por sí ya preocupante, es construir mayores espacios de desarrollo deportivo, artístico y cultural. Es muy fácil abrir un antro, pero qué difícil es abrir una escuela de artes o un centro deportivo de alto rendimiento. En la medida en que lo fácil, sea lo bueno, y lo difícil sea lo malo, podremos hablar de políticas públicas incluyentes con los jóvenes; pero es al revés, y lo malo y dañino, es «hasta gratis».