Paradiplomacia en tiempos de austeridad republicana

por | Abr 2, 2019 | De Puño y Letra | 0 Comentarios

Por María Cristina Rosas *

En estos tiempos de austeridad republicana, en que la diplomacia mexicana enfrenta recortes presupuestales, la paradiplomacia puede coadyuvar a profundizar la participación de México en el mundo

La paradiplomacia es un concepto en boga en la jerga de las relaciones internacionales para referirse a las acciones internacionales de gobiernos locales, subnacionales o no centrales en la promoción de sus intereses. El término es polémico desde la etimología misma. La preposición para procede del latín pora que antiguamente venía de las voces pro ad que significan delante de. En este sentido, otra acepción señala que procede de per ad que significa por a. Como prefijo griego, para significa junto a, a lo largo de, contra. Así, para puede ser el propósito o culminación de una acción; puede denotar un rumbo; el lugar o tiempo al que se difiere algo; o bien el uso que conviene o puede darse.

La paradiplomacia obedece a la incapacidad de los Estados de responder puntualmente a los desafíos globales. No significa, ciertamente, que el Estado vaya a desaparecer, pero sí denota que es menester responder a las necesidades de los actores subnacionales, quienes tienen requerimientos específicos que podrían satisfacer sin necesidad de pasar por una entidad central.

El término paradiplomacia tiene una historia de más de 40 años. Fue propuesto por Ivo Duchacek y Soldatos Panayotis en 1984 y 1988, respectivamente, para describir las relaciones internacionales de las regiones. Se inspiraron en las reflexiones de Jeremías Bentham, quien ya desde 1780 hablaba de las relaciones interestatales y otras que trascendían las fronteras pero que no ocurrían entre autoridades centrales. Así, conforme a lo planteado por estos autores y otros más, se asume que la paradiplomacia es el involucramiento de actores gubernamentales no centrales -pueden ser municipales o estatales/provinciales- en el ejercicio de sus prerrogativas constitucionales, en el entorno internacional, donde establecen contactos específicos con entidades públicas o privadas en el mundo, con fines económicos, sociales, culturales o de cualquier otro tipo.

Al lado de conceptos como diplomacia pública, diplomacia paralela, protodiplomacia, diplomacia convergente, microdiplomacia o bien diplomacia identitaria, la paradiplomacia da cuenta de la manera en que ha cambiado el mundo y revela que los Estados no son actores unitarios, reconociendo que sus componentes desarrollan acciones internacionales a partir de intereses y necesidades particulares.

En México no se puede entender la paradiplomacia sin el proceso de democratización que se aceleró desde el arribo a la presidencia de Carlos Salinas de Gortari hasta el momento actual. Con el terremoto de 1985, la sociedad civil se organizó para encarar la catástrofe ante la inacción de las autoridades y ello llevó a que cuando tuvieron lugar las elecciones federales de 1988 y se proclamó la controvertida victoria de Salinas de Gortari, la sociedad cuestionara fuertemente los comicios. La llegada de Ernesto Ruffo Appel, ex alcalde de Ensenada a la gubernatura de Baja California en 1989 fue igualmente un hito en la historia de México, siendo él militante del Partido Acción Nacional (PAN) y el primer gobernador que no pertenecía al partido Revolucionario Institucional (PRI) -como dato adicional hay que recordar que Baja California no ha vuelto a tener un gobernador militante del PRI desde entonces.

Otro hecho que ha contribuido a dotar de márgenes de maniobra a municipios y estados de la República Mexicana en el mundo es la migración de connacionales a Estados Unidos y otros países. Esta diáspora, que en muchos casos se agrupa en función de la procedencia –i. e. mixtecos, poblanos, etcétera- mantiene vínculos con las familias en los estados de origen a las que apoyan financieramente con el envío de remesas.

Sumado a lo anterior se tienen las dinámicas económicas estimuladas por la globalización y la regionalización. La frontera entre México y Estados Unidos es una muestra de ello, donde existen procesos comerciales, demográficos, culturales, educativos, de salud y políticos que gozan de notable autonomía respecto a los gobiernos centrales de ambos países. Baste recordar que la primera conferencia de gobernadores fronterizos fue convocada en Ciudad Juárez, Chihuahua, en 1980 y tomó más de una década lograr la participación de los 10 estados de la frontera común para abordar tópicos de interés compartido como el medio ambiente, el comercio, la migración, el desarrollo social, la salud, el empleo, etcétera.

Kenichi Ohmae propuso hace tiempo la noción de estado-región definido no por la ubicación de las fronteras políticas de los países, sino por el hecho de que, por la dinámica económica, social, de inversiones y comercial imperante, tiene las condiciones para ser una verdadera unidad operativa en la economía mundial actual. Los estados-región pueden o no encontrarse dentro de las fronteras de una nación determinada, dice Ohmae, quien añade que al igual que Singapur, muchos son, en realidad, ciudades-estado que han renunciado voluntaria y explícitamente a algunas de las galas propias de los estados-nación, a cambio de poder disfrutar de una capacidad (relativamente) libre de obstáculos para aprovechar la economía mundial. Ohmae señala a la región Tijuana-San Diego como ilustrativa del concepto de estado-región.

Más allá de la frontera norte, la descentralización, que, si bien tiene todavía un largo camino por recorrer en México, ha procedido en algunos terrenos con singular celeridad, por ejemplo, en ámbitos como la cultura, el turismo y la promoción económica. El Festival de Cine de Morelia, el Festival Internacional Cervantino, la Feria Nacional de San Marcos, el Abierto Mexicano de Tenis, el Festival 100 Vinos Mexicanos, el Carnaval de Mazatlán, el Festival Vive Latino, la Feria Internacional del Caballo, el Equinoccio de Primavera, etcétera, son sólo ejemplos de eventos culturales, deportivos y gastronómicos que gozan de fama internacional y que ilustran la relevancia de la paradiplomacia al igual que de los beneficios que trae aparejados.

Un hecho a destacar es que buena parte de los estados de la República Mexicana cuentan en la actualidad, con dependencias que gestionan sus relaciones con el mundo. Así, la internacionalización de los estados del país ha procedido por diversas vías. La Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO), nacida en 2000, reconoce las actividades paradiplomáticas de las entidades federativas a las que alienta. Estados como Nuevo León, Chiapas, Guanajuato, Zacatecas, Jalisco, Estado de México, Ciudad de México, Oaxaca, Michoacán y otras más, han destacado por el despliegue de esfuerzos encaminados a impulsar el turismo, las inversiones, la conexión con los migrantes residentes fuera del país, el hermanamiento con ciudades de otros países -ciudades gemelas-, etcétera.

Por supuesto que, en el despliegue de acciones emprendidas en el exterior, los estados de la federación están obligados a observar lo dispuesto en la Constitución. Sin embargo, esos esfuerzos están previstos. El gobierno central considera que el trabajo que emprenden municipios y estados complementa las acciones de relacionamiento con el mundo ejercidas por la autoridad federal. En este sentido, la Ley sobre Celebración de Tratados de 1992 permite a los gobiernos locales realizar acuerdos con otros actores internacionales a través del acuerdo interinstitucional; entre ellos, uno de los más usuales a nivel global son los hermanamientos ya reseñados. Claro que las acciones internacionales de entidades subnacionales tienen límites: un estado o municipio no puede contratar préstamos con entidades financieras internacionales sin el aval del gobierno central. Con todo, más allá de lo que les está vedado, el potencial de lo que pueden lograr en un mundo globalizado es prácticamente infinito, limitado eso sí, por la visión y gestión de alcaldes y gobernadores, respecto a la importancia de pensar local y actual globalmente. Y en estos tiempos de austeridad republicana, en que la diplomacia mexicana enfrenta recortes presupuestales, la paradiplomacia puede coadyuvar a profundizar la participación de México en el mundo, aprovechando igualmente lo que éste ofrece a los municipios y estados del país.

María Cristina Rosas

Es catedrática de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Preside el Centro de Análisis e Investigación sobre Paz, Seguridad y Desarrollo Olof Palme A. C. Miembro del Consejo Consultivo de la Agencia Espacial Mexicana y del Panel de Expertos de la Comisión de Cooperación Ambiental del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

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