A pesar de la mala imagen de México en el mundo a causa de la violencia, cerca de 3.5 millones de turistas extranjeros visitaron nuestro país el año pasado para conocer un museo, un monumento histórico o una zona arqueológica.
Pero al sumar los turistas mexicanos, se advierte que en total 18 millones de personas disfrutaron de los recintos históricos y artísticos que se encuentran repartidos en nuestro territorio. Como resultado, 2010 fue el segundo mejor año de afluencia para el turismo cultural desde 2008, cuando se registraron 19 millones de visitantes, según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
México es el quinto país con mayor patrimonio cultural según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (conocida internacionalmente como UNESCO). Solamente el INAH tiene bajo su responsabilidad 116 museos, siendo el Museo Nacional de Antropología e Historia el más relevante.
Se encuentran abiertos al público 180 sitios arqueológicos, cuatro de los cuales se han acondicionado en los últimos cinco años para recibir visitantes. La mayoría de los paseantes extranjeros que visitan México se dirigen principalmente a tres zonas prehispánicas: Chichén Itzá en Yucatán, Tulum en Quintana Roo y Teotihuacan en el Valle de México.
“Cuando llega un visitante extranjero al país, de entrada acude el Museo Nacional de Antropología y a la zona arqueológica de Teotihuacan. Los mexicanos del interior hacen el mismo recorrido, además de la Basílica de Guadalupe y el Zoológico de Chapultepec, que son sitios obligados”, dice en entrevista Benito Taibo, coordinador Nacional de Difusión del INAH.
LOS VIAJES ILUSTRAN
Todo el turismo es cultura, asegura Taibo, y para reforzar sus palabras pone como ejemplo un viaje al extranjero. “En cuanto sales de tu país te enfrentas a otra lengua, a otra música, a otros olores, a paisajes distintos, a pintura diferente; por lo tanto, todo el turismo es un acercamiento a la cultura. La experiencia cultural la vives en el momento en que te enfrentas al otro.”
Pero también es cierto que el turista cultural es distinto al que busca sol y playa. “Es gente que viene con el fin de aprender, de descubrir, de emocionarse; no es el mismo que viene a las playas de Cancún y Acapulco durante el spring break”, refiere Benito Taibo, también poeta.
Otros dos importantes activos culturales que tiene México son la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), una de las más importantes de su género en el mundo, y el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato, igualmente uno de los cinco festivales más importantes del globo.
Pero la oferta de nuestro país no sólo se limita a eso. “También tenemos un patrimonio inmaterial, como la comida tradicional mexicana, que fue declarada patrimonio cultural de la humanidad”, recuerda Taibo.
CONTRIBUCIÓN AL PIB
Según un análisis hecho por el economista Ernesto Piedras, titulado: Industrias Culturales y Creativas, las actividades que se generan a partir de la promoción del patrimonio nacional y del arte aportan poco menos de 9 por ciento al PIB del país.
“Tiene lógica que, en una economía tan compleja, el sector cultural pese tanto”, opina el especialista. El problema es que la producción cultural está centralizada y eso limita los beneficios para las otras regiones del país, advierte Piedras.
Solamente en el DF, el principal polo de atracción de turistas culturales en el país, la actividad económica basada en este tipo de ocupaciones representa 8.29 por ciento del PIB local. Por la contribución de la cultura a su economía, “el DF reporta un nivel más alto que el área metropolitana y es atribuible a una mayor apropiación de contenidos culturales”, aclara Piedras.
En la zona metropolitana de la Ciudad de México, aproximadamente 4.7 por ciento de la población económicamente activa (PEA) se desempeña en las actividades culturales y creativas; es decir, este sector es la fuente de ingresos de 444 mil 418 empleados temporales y fijos, cantidad a la que se suman 322 mil 439 empleados sombra” o informales.
PENSAR EN LA POSTERIDAD
La cultura es un patrimonio delicado, dice Benito Taibo. “Tenemos que ser cuidadosos, nuestro patrimonio es frágil, nuestra zonas arqueológicas, y digo nuestras, de todos los mexicanos, de toda la humanidad, son una demostración de la inteligencia y toda la sensibilidad de nuestros pueblos originarios.”
Agrega que vale la pena conservar monumentos como las ruinas prehispánicas. “Cumplen un propósito por sí mismas, que tiene que ver con nuestra historia, con nuestras tradiciones, con nuestra cultura y hay que verlas con un inmenso respeto.”
Hoy día, por ejemplo, se encuentra cerrada al público la tumba de Pakal en Palenque, “no porque no se quiera abrir”, aclara el funcionario, sino porque “es tan delicada su conservación que debemos cuidarla para futuras generaciones”.
Pero además, los vestigios históricos pueden contribuir al desarrollo económico y social de una comunidad. Cada vez que se abre una zona arqueológica la derrama económica se expresa dentro del sitio protegido y también a su alrededor, porque surge una cantidad enorme de actividades, como venta de artesanías y comida, dice el especialista.
En su opinión, las expresiones artísticas tienen una gran bondad que es la de contribuir a fortalecer los lazos solidarios de una comunidad. “La regeneración del tejido social”, dice el coordinador Nacional de Difusión del INAH, se manifiesta a través de “ese imán que atrae a la gente a determinada exposición cultural”.
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